El dominio extranjero (y en particular, español) del mundo editorial argentino es un hecho. No ya tanto por la importación masiva de títulos de ese mercado (que ocurrió en épocas de convertibilidad), sino simplemente por la absorción de las principales editoriales nacionales por parte de grupos multinacionales.
Un vistazo rápido a las principales editoriales de la Argentina confirma este hecho: Sudamericana (del grupo Bertelsmann), Planeta (Grupo Editorial Planeta) y Ediciones B (Grupo Zeta). No quiero caer en el discurso simplista de la aversión a todo lo extranjero o la simple fobia a lo global. Es preferible que una prestigiosa editorial como Emecé (que fue fundada por exiliados españoles) se mantenga viva bajo el ala de un gran grupo a que simplemente perezca. La concentración editorial no es patrimonio argentino. El problema con esta extranjerización radica en que muchas veces estos grandes grupos dejan morir los valiosos catálogos que poseían estas editoriales originalmente argentinas. Muchas veces esto ocurre por querer simplemente transplantar las políticas editoriales de sus países de origen. Creo igualmente que paulatinamente los editores nacionales están haciendo entender a sus jefes del exterior que el mercado argentino tiene sus particularidades.
Otro problema que ya hemos planteado en este blog es la pérdida de traducciones puramente argentinas, que son reconocidas por su calidad y porque obviamente son más afines a nuestra forma de expresarnos y de escribir. Existen por supuesto excepciones muy valiosas, como es el caso de la traducciones de Kawabata realizadas por Juan Forn para la colección Lingua Franca de Emecé o las traducciones argentinas hechas para la serie Narrativas de Editorial Sudamericana de títulos como “Viajando en grupo” de Henry Green y “De amor y de hambre”, de Julian MacLaren Ross.
Como todo negocio, las editoriales tienen su derecho o mejor dicho, obligación, de editar títulos redituables como Sidney Sheldon, Bucay, Osho y Cía. Sólo las ventas masivas de éstos títulos permite que los que arriesgan capital (los empresarios), se jueguen por autores desconocidos o del gusto de unos pocos. No sé si los libros de venta masiva son producto del trabajo de marketing y promoción, o la suma del interés del público más ese trabajo de difusión e inversión.
Creo que tenemos el derecho a elegir y comprar el libro que más nos guste, y cada lector tiene una experiencia literaria única e intransferible. Algunos adoran el haiku y a otros les parece un soberano embole. A muchos “El Código da Vinci” les partió la cabeza y a otros les pareció
mal escrito y un refrito de otros libros anteriores. Descreo fervorosamente de la existencia de la palabra CULTURA con mayúscula. Que convivan Dan Brown, Onfray, Grisham, Kawabata y Coelho es una excelente noticia.
Hace unos días hablaba con nuestro lector Ignacio sobre un libro bastante interesante llamado “El fin de la pobreza” del economista y ex-funcionario norteamericano Jeffrey Sachs. No es tema de este artículo el contenido del libro en particular, sino las diferencias entre la edición
española y la argentina. Si uno se toma el trabajo de ver en la edición local los créditos finales, puede observar que hay referencia a una serie de fotos que por razones desconocidas fueron obviadas en dicha edición. Seguramente una cuestión de costos hizo que la edición tercermundista no incluyera dichas imágenes, pero es más penoso aún que no se hayan tomado el trabajo de borrar las referencias a las mismas. Sinceramente, esos recortes en un libro con un precio de tapa (blanda por cierto) de $49.90 son incomprensibles.
Ahora bien, vamos a las buenas noticias. Se trata de la aparición de una nueva editorial 100% argentina llamada “Caja Negra”, que en sus primeros tres títulos ha demostrado que en nuestro país se pueden editar libros con calidad, precio y buenas traducciones. Los títulos lanzados hasta ahora son: “Nietzsche, filósofo donisíaco”, de Ezequiel Martínez Estrada; “El arte y la muerte”, de Antonin Artaud y “Acéphale (1936-1939)" , de Bataille y otros. Hay planeados
para este años unos cinco títulos más, de autores como De Quincey y Spinoza.
Afortunadamente, estas ediciones se agotaron rápidamente; lo que demuestra que existe un público ávido de este material. Tal vez sea un mercado más pequeño, pero no por eso deba ser ignorado. Y “Caja Negra” demuestra que puede combinarse el buen gusto, la calidad y por supuesto, los negocios. Nadie pretende que un emprendimiento editorial se convierta en un servicio a la comunidad.
En próximos posts, hablaremos sobre otras editoriales argentinas que crecen en base su calidad y su apuesta por los nichos que los grandes grupos olvidan. Se trata de Interzona, Cuenco de Plata, Colihue, Siesta y Del Zorzal.
Otro problema que ya hemos planteado en este blog es la pérdida de traducciones puramente argentinas, que son reconocidas por su calidad y porque obviamente son más afines a nuestra forma de expresarnos y de escribir. Existen por supuesto excepciones muy valiosas, como es el caso de la traducciones de Kawabata realizadas por Juan Forn para la colección Lingua Franca de Emecé o las traducciones argentinas hechas para la serie Narrativas de Editorial Sudamericana de títulos como “Viajando en grupo” de Henry Green y “De amor y de hambre”, de Julian MacLaren Ross.
Como todo negocio, las editoriales tienen su derecho o mejor dicho, obligación, de editar títulos redituables como Sidney Sheldon, Bucay, Osho y Cía. Sólo las ventas masivas de éstos títulos permite que los que arriesgan capital (los empresarios), se jueguen por autores desconocidos o del gusto de unos pocos. No sé si los libros de venta masiva son producto del trabajo de marketing y promoción, o la suma del interés del público más ese trabajo de difusión e inversión.
Creo que tenemos el derecho a elegir y comprar el libro que más nos guste, y cada lector tiene una experiencia literaria única e intransferible. Algunos adoran el haiku y a otros les parece un soberano embole. A muchos “El Código da Vinci” les partió la cabeza y a otros les pareció
mal escrito y un refrito de otros libros anteriores. Descreo fervorosamente de la existencia de la palabra CULTURA con mayúscula. Que convivan Dan Brown, Onfray, Grisham, Kawabata y Coelho es una excelente noticia.
Hace unos días hablaba con nuestro lector Ignacio sobre un libro bastante interesante llamado “El fin de la pobreza” del economista y ex-funcionario norteamericano Jeffrey Sachs. No es tema de este artículo el contenido del libro en particular, sino las diferencias entre la edición
española y la argentina. Si uno se toma el trabajo de ver en la edición local los créditos finales, puede observar que hay referencia a una serie de fotos que por razones desconocidas fueron obviadas en dicha edición. Seguramente una cuestión de costos hizo que la edición tercermundista no incluyera dichas imágenes, pero es más penoso aún que no se hayan tomado el trabajo de borrar las referencias a las mismas. Sinceramente, esos recortes en un libro con un precio de tapa (blanda por cierto) de $49.90 son incomprensibles.
Ahora bien, vamos a las buenas noticias. Se trata de la aparición de una nueva editorial 100% argentina llamada “Caja Negra”, que en sus primeros tres títulos ha demostrado que en nuestro país se pueden editar libros con calidad, precio y buenas traducciones. Los títulos lanzados hasta ahora son: “Nietzsche, filósofo donisíaco”, de Ezequiel Martínez Estrada; “El arte y la muerte”, de Antonin Artaud y “Acéphale (1936-1939)" , de Bataille y otros. Hay planeados
para este años unos cinco títulos más, de autores como De Quincey y Spinoza.
Afortunadamente, estas ediciones se agotaron rápidamente; lo que demuestra que existe un público ávido de este material. Tal vez sea un mercado más pequeño, pero no por eso deba ser ignorado. Y “Caja Negra” demuestra que puede combinarse el buen gusto, la calidad y por supuesto, los negocios. Nadie pretende que un emprendimiento editorial se convierta en un servicio a la comunidad.
En próximos posts, hablaremos sobre otras editoriales argentinas que crecen en base su calidad y su apuesta por los nichos que los grandes grupos olvidan. Se trata de Interzona, Cuenco de Plata, Colihue, Siesta y Del Zorzal.
4 comentarios:
Las tres grandes editoriales: Sudamericana, Losada y Emecé fueron fundadas y dirigidas por españoles. Tambien Pleamar, Nova, Poseidón y Botella al Mar entre otras. Yo me saco el sombrero.
No hay mas nada que decir. Queda claro donde esta el talento. Ahora vaya uno a saber por que es asi.
El ruso
Ruso:
¿Por qué no funda una editorial?
perdón, pero es lógico que las editoriales hayan sido fundadas por españoles. En este país TODO fue hecho por los inmigrantes, y por razones de idioma no podían ser inmigrantes italianos o polacos.
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