Ningún adulto afirma que ha leído un libro clásico. Todos sostienen que recientemente han releído alguno. Es decir, consideran pecaminoso declarar que hasta el momento no habían abordado un texto clave de la literatura universal. Pero si antes de los treinta años ya están releyendo, no se explica cuando pudieron digerir todos los clásicos griegos, los principales autores de la literatura inglesa, francesa, alemana, italiana, rusa, norteamericana, latinoamericana y argentina, por no mencionar los textos claves de costas más exóticas como la literatura japonesa, china o hindú...
Yo no tengo ningún empacho en declarar que esta semana saldé una deuda al leer Corre, Conejo de John Updike. Digo deuda, porque para una persona que afirma gustar de la literatura norteamericana, no haber leído a uno de los autores fundamentales de una tradición, constituye una especie de hueco.
Debo decir que este libro que data de 1960, que se ha transformado en un verdadero clásico moderno, me absorbió por completo. Su narrativa es compleja, rica, densa, plagada de unas descripciones fascinantes, porque lejos de cortar la acción, constituyen una parte medular de la misma. Esto es, los sutiles cambios en un rostro, o la luz que incide en un ambiente, forman parte de la percepción de la realidad de los personajes, de su estado de ánimo. Especialmente en el caso del protagonista: Harry "Conejo" Amstrong, un muchacho impulsivo, que sólo parece guiarse por sus propios deseos, necesidades y sentimientos. Harry era un promisorio jugador de básquet en el secundario, pero años después lo encontramos casado con una joven sin atractivo, con un empleo carente de interés y encerrado en un departamento que no se puede juzgar como un hogar. Los personajes que rodean a Conejo son fantásticos, ni buenos ni malos, como la mayor parte de la gente real. El se siente encerrado en su vida, su rutina, la sociedad de consumo americana, y responde corriendo lo más lejos posible de sus problemas.
Yo no tengo ningún empacho en declarar que esta semana saldé una deuda al leer Corre, Conejo de John Updike. Digo deuda, porque para una persona que afirma gustar de la literatura norteamericana, no haber leído a uno de los autores fundamentales de una tradición, constituye una especie de hueco.
Debo decir que este libro que data de 1960, que se ha transformado en un verdadero clásico moderno, me absorbió por completo. Su narrativa es compleja, rica, densa, plagada de unas descripciones fascinantes, porque lejos de cortar la acción, constituyen una parte medular de la misma. Esto es, los sutiles cambios en un rostro, o la luz que incide en un ambiente, forman parte de la percepción de la realidad de los personajes, de su estado de ánimo. Especialmente en el caso del protagonista: Harry "Conejo" Amstrong, un muchacho impulsivo, que sólo parece guiarse por sus propios deseos, necesidades y sentimientos. Harry era un promisorio jugador de básquet en el secundario, pero años después lo encontramos casado con una joven sin atractivo, con un empleo carente de interés y encerrado en un departamento que no se puede juzgar como un hogar. Los personajes que rodean a Conejo son fantásticos, ni buenos ni malos, como la mayor parte de la gente real. El se siente encerrado en su vida, su rutina, la sociedad de consumo americana, y responde corriendo lo más lejos posible de sus problemas.
Corre, Conejo es el primer libro de una tetralogía. Como siempre, al leer un libro no sentimos que nos queda uno menos, sino que tenemos por delante muchos más: completar la serie que tiene por protagonista a Conejo, los cuentos de Updike... Afortunadamente, leer es una tarea infinita.
6 comentarios:
El estilo Sibelius
Cada uno escribe desde su perspectiva, desde sus fortalezas y sus debilidades. Y existe un estilo Sibelius. Lo vemos en esta frase:
"Ningún adulto afirma que ha leído un libro clásico. Todos sostienen que recientemente han releído alguno. Es decir, consideran pecaminoso declarar que hasta el momento no habían abordado un texto clave de la literatura universal"
Y luego en la pregunta retorica de quien cree que por tener un local en Guemes hay que ser fascista.
Este tema, el de los prejuicios, el de sentirse rodeados de snobs, de pobres idiotas cargados de prejuicios es un lugar común en los textos de Sibelius. Parece que los acosan personas retrogradas y gente que no tiene la fuerza interior de admitir que no leyó a Cervantes o Victor Hugo. Si uno relee la frase anterior descubre que Sibelius, a veces, mira el mundo desde cierta esquina que me resulta dificil ubicar. Ninguno (!) de sus adultos es capaz de reconocer que no leyó a Dumas o Quevedo?. Yo estoy repleto y rodeado de personas (empezando por mi) que ni siquiera sabe si estos escribian prosa, poesía o teatro. Sibelius se ofende cuando una profesora no la saluda en una verduleria e interpreta que se esconde para que no las confundan con el puerro o la lechuga, critica a los que llevan pegatinas de los colegios de los hijos, cree que los adultos consideran pecado reconocer que no leen a los clasicos de la literatura norteamericana ( "las aventuras de Tom Sawyer" cuenta?).
Espero que Sibelius no cambie su forma de escribir. Es original, con estilo propio y soberanemente snob.
El Ruso (Psicologo, crítico literario y ensayista)
Buen título...casi casi dedicado
E.N.
Querido Ruso:
Seguiremos en esta senda. Sé que no le gustan las opiniones tibias y el falso progresismo.
Agradecemos sus comentarios y me alegra mucho que haya largado el frío mundo de las finanzas para dedicarse a la psicología y a la crítica literaria. Lo hace muy bien. Una pregunta: ¿ si uno no escribe desde sus fortalezas y debilidades...desde donde lo hace?
UN abrazo y gracias!!
SIBELIUS
No se si lo correcto es seguir en esa senda, pero al menos es un camnino gracioso. Realmente la frase que transcribí me hizo reír. Eso de "Es decir, consideran pecaminoso declarar que hasta el momento no habían abordado un texto clave de la literatura universal" es muy divertido. El "Es decir" se podría entender como que nos introduce, a nosotros mortales, a la explicación del conocido fenómeno de la negación de la lectura de los clasicos por los mayores. Y luego nos comenta que ciertos adultos, pero no Sibelius que la tiene muy, pero muy clara, consideran "pecaminoso" (yo creo que ni los calvinistas llegaron a tanto) no haber "abordado" ("con la furia de un pirata me devoro los pasajes de la Divina Comedia" decia mi abuelo mientras le ponia sardinas a la pizza) un, agarrate con lo que se viene: "texto clave de la literatura universal".
Y si...es lo correcto. Hay que festejar la diversidad. Sus adultos son distintos a los mios, que no se perdonarían jamás haber leído a Goethe sin mediar una obligación escolar. Hay que ser extremadamente diferente, por snobismo, medioambiente o alguna otra rareza freudiana, para decir que uno tiene los huevos suficientes como para admitir que habiando pasado la veintena de años, y recien ahora, lee no se que libro de un conejo de un tal Updike. Y encima decirlo de la siguiente forma: "Yo no tengo ningún empacho en declarar". Emocionante. Si...declaro: "Soy el rey y estoy desnudo". Pero ojo, lo importante es que soy el rey, y ustedes, manga de forros, no tienen los huevos de decir como yo que están en pelotas.
Y lo mas gracioso es que, si bien este puede ser el texto cumbre del "estilo Sibelius", es una constante, es justo eso: un estilo. Sibelius sigue, tal cual el faro del puerto, arrojando luz. Y cuando nos alumbra el reflector, nos morimos de la risa. Y no tenemos ningún empacho en declaralo (mi abuela me iba a tirar el cuerito para curarme, pero se atrapó leyendo el Decameron).
El ruso
Pd 1) su pregunta: creo que uno siempre va a escribir desde sus fortalezas y desde sus debilidades, pero es bueno luchar contra las debilidades y/o de tanto en tanto disimularlas para que nos tiren los misiles justo ahi. Si bien, como puse antes, no se cual es la causa de un estilo tan peculiar. Puede ser el medioambiente, es decir que los amigos/parientes/publico presente de Sibelius tengan como 11avo mandamiento el de leer los clásicos y por lo tanto este texto adquiere sentido real. O puede ser que Sibelius tiene complejos y prejuicios que le hace proyectar cosas tales como que los adultos no admiten cosas admisibles. En este caso, Sibelius se mueve en el mundo de las ideas, y encima equivocadas. En este último caso, es mejor curarse y destruir esa debilidad. Pero sería una pena, porque entonces la critica del conejo de Updike estaría desposeída de ese bizarro ensalce de uno mismo frente a los demás que encabeza el texto. Y ya entonces no lo leería. Si entro a este blog todos los días es para que me alumbre el reflector. No cambien.
La profesora que no saluda en la verdulería y los pseudointelectuales que preferirían que los aptropeye un tren a admitir que no saben quien es un autor que ahora parece ser el sumo pontífice de la literatura, son personajes reales, no imaginaciones de gente traumada. Vamos a poner micrófonos en el local, y usted se va a dar cuenta de que es verdad. En el mundo de las finanzas es una virtud no leer tiempo leyendo huevadas literarias y dedicarse a hacer plata. En las librerías se respira otro aroma, de gente que quiere ser más espiritual y que considera que es mejor la gente que lee libros que la que no la lee. Admito el Estilo Sibelius, uno se queja de lo que conoce y tiene cerca.
Acabo de terminar de leer "Corre, Conejo". Me disculpé ante la persona que me prestó esta maravilla, por no haber leído nada de Updike y conocerlo sólo de oídas. A mi amigo le pareció de lo más normal.
Ya estoy leyendo el segundo de la tetralogía.
Me he sentido identificada con tus palabras, gracias.
Cova
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