Me producen un poco de cansancio los comentarios sobre la idiosincrasia argentina. Por otra parte, si un concepto tan elusivo existiese en realidad, difícilmente tenga que ver con las ocurrencias que tiene mañana por medio Hanglin en su programa radial de Continental.
La última que le escuché es que los argentinos no sabemos criticar, sólo insultar. Dejando de lado qué argentinos, cuándo y dónde, pasemos a los ejemplos que el periodista aduce: las opiniones cambiantes con respecto a la selección argentina de fútbol (que un día adoramos y hoy sólo insultamos) y a Fernando de la Rúa (si los argentinos no hubiéramos tenido derecho a insultar a este señor y a Menem, hubiéramos sufrido una implosión a causa de la bronca; pero no vendría mal un poco de autocrítica para ver por qué se votó a estos impresentables).
Entonces bien, sí estamos dispuestos a admitir que la opinión pública es caprichosa e irascible. Pero estos no parecen ser rasgos argentinos. Un francés es capaz de cortarle la cabeza a un político en desgracia; nunca se vieron opiniones más mutables sobre las estrellas, los deportistas y los políticos que las del público americano. Los hinchas de fútbol ingleses no invitan a los jugadores de pésima actuación a tomar el té y hacer un intercambio sereno de opiniones al respecto. Sobre el carácter inflamable de las multitudes hay toda una literatura compleja, y sobre este fenómeno en la actualidad, otro tanto. Los medios de comunicación tienden a amplificar los odios, crear los temas de debate, sellar la suerte de las estrellas de cine o la política. Todos sabemos que cuando desde la tele, la radio y los diarios se machaca con un tema, surte efecto. Ya sea el endurecimiento de las penas, el conflicto con Uruguay o la crisis energética.
Entonces Hanglin debería ser más autocrítico él. Porque mucha gente repite las sonseras que él dice en Continental, porque los primeros desbordados son los periodistas deportivos, y los más mutables son los periodistas políticos (¡que opinan en su programa!).
¡Me olvidaba! El día que no se le da por las generalizaciones baratas sobre la forma de ser de los argentinos la emprende con que la juventud está perdida. Raro este tipo que anda en pelotas por la vida que se le dé por ser tan retrógrado en otros aspectos.
viernes, septiembre 15, 2006
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