Apareció un nuevo libro de la simpática colección In Situ. En este caso, se trata de un escrito sobre cines (no sobre cine; esto es, sobre los cines como espacio físico y su particular surgimiento, arquitectura, decoración, y punto de encuentro central en el esparcimiento del siglo XX). Como aconteciera con los volúmenes anteriores –La vida descalzo y Pasarla bien- los libros de In Situ no son fáciles de clasificar. En parte se trata de reflexiones históricas y sociológicas. Se analiza cómo el cine, al ser el espacio de evasión de las masas, tenía que ser glamoroso, no sólo en lo que se mostraba, sino en su espacio mismo. Por eso, la decoración replicaba palacios europeos o decorados exóticos de Egipto, India o Lejano Oriente. Los obreros inmigrantes eran los reyes en los cines. De allí el título del volumen: el cine concebido como palacio plebeyo. De dudoso gusto, con mucho cortinado púrpura y oropel, el colmo del kitch para muchos. Pero el espacio favorito de otros tantos.
Cuando las ofertas en diversión se expanden, el cine desaparece como espacio central y glamoroso y estas viejas salas tienen destinos tristes: muchas veces como templos evangélicos, a veces como espacios abandonados, en ocasiones como tiendas. Los más afortunados transformados en multisalas o teatros.
Pero además de reflexión y recuerdo nostálgico, Cozarinsky incluye ficción mediante una curiosa historia policial. Se trata de crímenes en serie, de ancianos con gusto por el cine, que serán resueltos por un comisario y un joven periodista. Palacios plebeyos es un libro de nostalgia sobre unos espacios extintos, llamando la atención sobre algunos aspectos en los que frecuentemente uno no repara.
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