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miércoles, agosto 16, 2006

El Museo de la Revolución

Martín Kohan: El museo de la revolución, Mondadori.

La nueva novela de Martín Kohan, El museo de la revolución, es un libro extraño y no del todo satisfactorio. No del todo satisfactorio no porque sea malo, sino porque tiene un título tan bueno que es imposible que el contenido real llene las expectativas. Ese nombre nos remite a la muerte de una peculiar manera de mirar el mundo. Cómo la idea de revolución –en sí misma- ha quedado obsoleta y antigua. Ya ni tan siquiera temible, sino más bien una pieza de museo, un elemento para la mirada antropológica. Y así ocurre con el texto dentro del texto que nos sugiere Kohan.
La novela trata sobre una exiliada argentina en México que tiene en su poder un libro escrito por un desaparecido. Ese libro habla sobre los tiempos de la revolución. Es un texto que revela prolijas y dogmáticas lecturas: Marx, Lenin y Trotsky. El libro del desaparecido –Rubén Tesare- se encuentra entrelazado con la propia historia del encuentro entre la exiliada argentina y el representante de una pequeña editorial levemente interesada en publicar su manuscrito. Tesare es minucioso, enfermizo, lee los textos marxistas como una Biblia y realiza una prolija exégesis de sus lecturas, en un ensayo que tiene por sentido saber cuál es el momento justo para una revolución, cuáles las tareas previas y cuáles las posteriores. En este sentido, Kohan logra su cometido: que nos sintamos tan lejanos de esos pensamientos como si de piezas de museo se tratara. Nos parecen caprichosos, extemporáneos, y nos dejan perplejos sobre el tiempo en que pudieron tener sentido. Pero tal vez en esa necesidad de mostrarnos las mutaciones de la conciencia política se sobrepasa; se excede porque esos pasajes en los que Martín Kohan reproduce el texto de Tesare se tornan irónicos, pero también monótonos y aburridos (y no muy novedosos para quien cursó una carrera humanística con algunos profesores y compañeros dados a ese tipo de análisis marxistas ortodoxos).
El título, además, alude al Museo de la Revolución Mexicana del Distrito Federal, y por extensión, al Museo de Trostky, dos lugares que recorren los protagonistas: Marcelo, el editor, y Norma, la exiliada. Esta última es una mujer extraña y misteriosa. Si al principio del libro podemos sentir empatía con ella, esa sensación se va mitigando hasta transformarse en malestar, en desagrado ante un personaje insistente y ridículo que enreda al pobre editor en sus mentiras, ardides, seducciones, marchas y contramarchas.
Otro defecto de la novela puede encontrarse en un final demasiado previsible, casi anunciado. Ese puede ser un efecto propio de la narración –finalmente se hace realidad lo que intuimos y no deseamos- pero lo que parece poco plausible es que Marcelo –un hombre inteligente- se dé cuenta tan tarde de la trama en la que está envuelto. Lo mejor de la novela está relacionado con la carga erótica morosa que establece un paralelismo entre los acontecimientos protagonizados por el militante Tesare en los ’70 y los vividos por el editor en México. No les digo más para no revelar el final, porque pese a los reparos que interpongo, es una novela que vale la pena leer.

3 comentarios:

marina k dijo...

Se llama "Museo de la revolución", no "El museo...". Por otra parte, hablar de "defectos y virtudes" para leer una novela es un poco raro, pero no importa, te sigo la línea y te pregunto si te parece un defecto que el personaje de Norma se nos vuelva molesto e irritante. A mí me parece un logro narrativo. Es un personaje que se vuelve irritante para el protagonista y también para el lector. Es una sensación fuerte -al menos para mí- al leer la novela, la incomodidad que me provoca esa mujer. Como cuando leí "La virgen de los Sicarios" y quería tirar el libro por la ventana todo el tiempo. A mí me parece que ahí hay algo vibrando entre el texto y el lector, algo que sin duda es mérito de un buen autor.
Saludos
Marina

Sibelius dijo...

Totalmente, que Norma sea irritante es una virtud del texto. Como también que el manuscrito de Tesare resulte extemporáneo y monótino. Lo único que me pareció es que era excesivo el recurso al texto de Tesare. Tenía ganas de saltarme los párrafos (sobre todo porque la historia en los '70 y en la actualidad me parecía muy buena). Me parece que hubiera bastado con algunos botones de muestra sobre como se pensaba entonces, lo trastornada y odiosa que era la mina leyendo el librito. La novela me gustó. Por eso dije que era un texto incómodo y no malo o aburrido.

Javi Santos dijo...

Estaba buscando justamente un pequeño análisis del libro que estoy leyendo en estos días: “Museo de la Revolución” En verdad dí con este libro por recomendación de un amigo, estaba queriendo leer literatura contemporánea argentina buena y él me listó ciertos autores, entre ellos Kohan. Fui a la librería y husmeé al pasar por los anaqueles y así encontré el autor y elegí el libro. Me gustó la tapa, creo que porque me encantan los Beatles y el autor ya prometía valor al libro por dicha recomendación. Al comenzar su lectura me interesó muchísimo y las páginas pasaban velozmente, pero luego me desencanté con el manuscrito de Tesare, sentí tedio con toda ese explayarse en reflexiones a partir de ideas de otros y me causó la sensación de que la novela era un excusa para poner la voz del autor a partir del pensamiento de Tesare. Tengo que admitir que tiene juegos literarios muy interesantes, que hay descripciones muy justas, que encuentra las frases y palabras adecuadas para cada instancia, pero cuando Rossi se pone a ller el cuaderno siento que hago un esfuerzo de paciencia y no de inteligencia, es como si hiciera un gesto de caridad para con el autor, soportarle todo ese discurso que, más allá de si estoy de acuerdo o no (en realidad no soy propenso a la violencia a pesar de que sí me interesa cierto tipo de revolución, que creo en la revolución sin violencia, sin sangre y que no es reforma sino que sigue siendo revolución) me parece errado y hasta irrespetuoso la manera en que se vale de una novela para explicitar su idea. A mi modo de ver lo connotado es más eficaz y estético que lo explícito. Entonces entiendo que es una novela con largas pausas que hasta aburridas me resultan. Yo creo que uno puede transmitir cosas serias de manera divertida y no tediosa. Por lo demás, ya dije, escribe bien y se ve que el autor maneja mucho el lenguaje castellano. Muchas gracias por leer mi comentario
Javier