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sábado, agosto 12, 2006

Hasta que reviente

El misterio de la última novela de Irving está dado por un tatuaje que tiene hecho uno de los protagonistas. Éste consiste en un corazón partido con la leyenda: Hasta que te encuentre. Y esa búsqueda parece ser el motor de la novela. El otro día conocimos a un señor que podría haberse hecho un tatuaje similar. También un corazón en el pecho partiéndose en pedazos, pero con la inscripción: Hasta que reviente; ya que el propósito en la vida de este hombre parecería ser tener un infarto antes de los 50 años.

Estaba comiendo con su hija de 12 ó 13 años y su nueva mujer (no la madre de la hija, pero sospecho que tampoco su segunda esposa -debe ir al menos por la tercera). Nuestro hombre es gordo y barrigón. Está sentado en un restaurante, pero no puedo mantenerse quieto. En la parrilla eligió todos los platos posibles con grasas saturadas: pan de campo con manteca, chorizo, papas fritas, carne de cerdo. Mientras devora su almuerzo discute con su hija. No es un intercambio amable de opiniones. El hombre grita mientras se pone colorado como los pimientos que decoran el plato:

-A vos nunca te faltó nada! ¡Yo siempre me ocupé de vos! Y cuando te llamaba por teléfono no me atendías, o me contestabas sí… no… esperando cortarme lo antes posible.

- Pero…-intenta defenderse la pobre criatura, llorosa.

- Pero nada! Lo único que les interesa a tu madre y a vos es que les dé plata. Ni siquiera se interesan por cómo me las arreglo para conseguirla. Claro, no importa, la plata de algún lugar sale. Pero yo soy tu padre, y nunca te levanté una mano, y siempre me ocupé de que no te faltara nada… eso ¿no importa?- mientras grita desaforado se le hincha una vena en el cuello, arteria previamente taponadita por la ingesta de chorizos.

La conversación se interrumpe por una llamada de celular. El hombre se ve obligado a cambiar de frente, ahora está embarcado en una discusión de negocios. Negocios que -se puede apreciar desde nuestra mesa- no son del todo transparentes. El tipo sigue moviendo la pierna nervioso, y mientras su interlocutor le retruca, él aprovecha para mandarse una papa frita pletórica de aceite. La cosa no termina bien, amenazas de ambas partes, acusaciones, facturas viejas.

Corta, y sigue la discusión con la hija. Ahora le dice que quiere que se mude con él, porque no le gusta que viva bajo el mismo techo que el novio de la madre, a quien describe como el demonio, pero risible. Cuando imita el semblante del novio de la madre, obtiene una sonrisa cómplice de la hija. La cosa se relaja un poco. Hoy nuestro hombre no logró su propósito de reventar, aunque estuvo muy cerca. Vamos a ver cómo lo hace mañana.

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