Según sugería Borges la ambigüedad, en poesía, es una riqueza. Sin embargo, en materia de bibliográficas conviene dejar claro que es lo que se quiere decir. En esta breve nota quisiera comentar mi perplejidad frente a la ambigüedad de Ezequiel Martínez, quien en el cuarto párrafo de su reseña (Revista Ñ, 1 de abril de 2006) dedicada a la última novela de Tom Wolfe, “reduce” el problema del escritor americano a “ser” Tom Wolfe, esto es: ser exitoso, rico y preferir la ropa blanca. Empezando así todos entendemos que el tono del comentarista es irónico. Pero enseguida Martínez nos habla de la “regla general” que le conviene seguir a todo aquel que pretenda ser un gran escritor: excesos, alcohol, mujeres, pasiones...en fin, “rozar la autodestrucción”. Suponemos, porque leemos a Ezequiel Martínez y sabemos de su lucidez, que nuevamente asume un registro irónico. Nadie medianamente avisado podría sugerir que determinados comportamientos, privados o públicos, contribuyen, ni a favor ni en contra, a la obra de un autor. Entonces, si la prístina y feliz vida de Tom Wolfe merece la ironía de Martínez y la vida bien distinta a la de Wolfe --la de Burroughs, Bukowsky, Capote, Mailer, etc.-- también merece la ironía, ¿cual es el “tipo de vida” que nos hace grandes escritores?
sábado, abril 01, 2006
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