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lunes, abril 24, 2006

La guerra tribal en los suplementos culturales

El otro día leí en uno de los matutinos del país una crítica corrosiva del libro de Martín Prieto "Breve historia de la literatura argentina". Según el comentarista, el libro estaba absurdamente ensamblado, caprichosamente compuesto, y poseía un sinnúmero de falencias. Después leo en otro suplemento cultural un artículo súper elogioso del mismo libro. Hasta allí todo bien, es factible y saludable que la gente difiera en sus apreciaciones. Pero indagando un poco, logro componer un mapa de la guerra tribal en el mundillo literario. Descubro así muchas coincidencias entre aquello que se critica en un suplemento y aquello que se elogia en otro. Parece existir una tribu que se reúne en torno a Radar, y otra que se cohesiona en torno al Suplemento de Cultura de Perfil. Pero lo que divide a ambos grupos no es la ideología -como uno podría sospechar a priori por las diferentes líneas editoriales de los periódicos- sino el grupo de amigos escritores que frecuentan. No me parece mal que reseñen favorablemente el libro de un amigo (¿quién no lo haría?), pero sí me parece mezquino que destrocen el libro de un escritor porque pertenece a un círculo que no es el de ellos. No está bien, no por el escritor en cuestión y sus amigos, que ya deben haber interiorizado las reglas de la guerra tribal, sino por los "lectores de a pie". Le robo esta expresión a Fernando Peirone, que en un artículo sobre Aira comenta el fenómeno de la apropiación de ciertos escritores por parte de un pequeño grupo de "entendidos" que se reservan el derecho de decidir lo que es aceptable o no en materia literaria y cómo deben ser leídos los textos. Peirone entiende que los "lectores de a pie" son los escasos consumidores de literatura seria ajenos al mundillo de las letras, la crítica y su ritualidad. Los suplementos literarios están pensados para ser consumidos por esos lectores de a pie, y no para que se arrojen bombas entre ellos los cien tipos del gueto literario. Y estos lectores de a pie no tienen por qué saber quién se lleva bien con quién, o entre cuáles existe una disputa. Leen los comentarios del diario "progre" crédulamente, y compran libros siguiendo consejos que a veces son fruto del amiguismo, el rencor o la envidia.
En un artículo sobre estas cuestiones Santiago Llach recomienda su fórmula: no leer más suplementos. Lamentablemente, yo no puedo seguir su consejo, porque trabajando en una librería necesito estar informada, porque la gente muchas veces no recuerda ni el nombre, ni el autor del libro que quiere. Suele aportar entonces datos vagos como: "Es una novela de un autor inglés, con un dibujo de un caballero en la portada.... Trata sobre un viaje... Salió en La Nación el domingo" (Léase Henry Green, Viajando en grupo).
Mientras tomo el café con leche el domingo, asisto al descuartizamiento de escritores, a la difamación de poetas, al ensalzamiento de bodrios y pienso que alguna vez el público se va a avivar y dejar de tomar los consejos al pie de la letra, o los responsables de los periódicos se van a hartar de que los colaboradores utilicen los suplementos para sacar a la luz la guerra tribal y trivial de los escritores argentinos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Escribí durante años en un suplemento literario y sé cómo funcionan esos "clubes". Pero me pregunto: ¿la gente que compra libros por placer, la que ama las obras bien escritas, está al tanto de eso?. Hace poco una encuesta demostró que el principal factor en la compra de un libro es la recomendación de una persona de confianza, y quedaba bastante atrás la opinión de la crítica. Es asi, por desgracia para los que vivimos de eso y por fortuna para la literatura.

Sibelius dijo...

Daniel, espero tengas razón.