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martes, noviembre 15, 2005

Algo habrán hecho...para ser exitosos

Ayer comenzó el ciclo televisivo "Algo habrán hecho (por la historia argentina)" (Canal 13). Más allá de alguna crítica que se pueda realizar al programa, hay que destacar el carácter innovador del mismo y la decisión de una productora que se arriesga a emprender un proyecto costoso y de trabajosa ejecución.
El mérito no corresponde enteramente a esta productora independiente (Cuatro Cabezas) y al historiador Felipe Pigna, sino también al público lector.
Cuando la crisis del 2001 sacudió al país, se publicaron una serie de libros que explicaban el estallido en la idiosincracia argentina y la historia reciente. Poco tiempo después, esta búsqueda causal se vio reemplazada por intentos de explicaciones en un abanico temporal más largo. Es decir, los problemas de los argentinos podían vislumbrarse más claramente a partir de su historia. Los libros del periodista Jorge Lanata se transformaron en un verdadero éxito editorial (Argentinos I y II, ADN). El de la periodista de investigación y escritora Maria Seoane también tuvo su impacto. Finalmente, el historiador Felipe Pigna lanzó "Los mitos de la historia argentina I y II". Sus libros no solamente se convirtieron en un éxito, sino que lo convirtieron a él en una figura mediática. Mario Pergolini le dio un espacio en su programa radial, y también decidió producir el programa televisivo, en la creencia de que el éxito en ventas de libros de historia demuestra un interés del público por el tema, que puede transformar al programa de televisión en una opción válida para la pantalla.
Sin embargo, Felipe Pigna cuenta con muchos detractores. Éstos se encuentran, principalmente , entre los académicos. Además de discutir la veracidad de algunos acertos de Pigna, cuestionan el hecho de que el escritor transforme sus opiniones y preferencias personales en verdades absolutas. No obstante, Pigna se encarga de aclarar en sus libros que la construcción de la historia siempre supone la selección de una serie de acontecimientos sobre otros, y de lecturas probables sobre otras también factibles, de manera de crear una serie de mitos aglutinantes que operen como formas de unir a una sociedad a partir de un pasado glorioso común (aseveración que se encuentra presente en la base de muchas corrientes historiográficas actuales).
Ahora bien, si la historia siempre se construye como un relato determinado por las ideas previas de quien escribe, siendo la narración objetiva imposible; los condicionamientos no sólo cercan a Pigna, sino que todos los historiadores realizan sus explicaciones a partir de una determinada visión del mundo. Entonces, ¿por qué se juzga a Pigna? Por ser un éxito de ventas. Cuando los libros de los investigadores históricos no logran interesar más que a un puñado de pares que trabaja sobre el mismo tema (que puede ser un tópico tan fascinante como "Los primeros pobladores de Azul según el censo eclesiástico" o "El cooperativismo en Bahía Blanca de 1872 a 1874"). Es imperdonable que un historiador venda miles de libros. Automáticamente sus pares huelen traición, y su concepto elitista del conocimiento les indica que si un libro tiene éxito masivo es porque es tonto, simplificador, demagogo o falso.
Lo mismo le pasó siempre a Félix Luna. La academia lo tipificó de poco serio sólo porque sus libros se venden. El fenómeno se repite , pero esta vez en versión progre. Hay una realidad, sólo los masoquistas quieren leer libros áridos sobre temas poco relevantes. Si pudieran, los académicos también dirían que Paenza transformó a la matemática en algo trivial sólo porque su libro de divulgación es un insólito éxito.

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