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domingo, julio 16, 2006

Una anécdota vale más que mil reseñas

Editorial Sudamericana ha creado una nueva colección. Se trata de In Situ, que reunirá textos sobre temas específicos. Hasta el momento la colección se compone de dos títulos: La vida descalzo de Alan Pauls y Pasarla bien de Miguel Brascó. Es difícil describir estos libros. Ni siquiera es sencillo catalogarlos en el binomio ficción/no ficción ya que se trata de un mix entre reflexiones sobre los temas que se abordan: las playas/lo culinario, con historias que pueden ser reales, pero que tienen un tratamiento literario. Creo que para dar una idea clara de estos libros lo mejor es contar anécdotas que aparecen en estos libros.
En La vida descalzo , Pauls reflexiona sobre el descrédito intelectual de la playa. Recuerda entonces que de joven le preocupaba su pasión por el veraneo, cuando claramente aparecía en contradicción con su deseo de ser escritor, ya que la playa aparece naturalmente asociada a lo frívolo y divertido, en tanto que él pensaba que ser intelectual se vinculaba con todo lo contrario: lo comprometido, lo profundo...
Esa dicotomía persistió en él hasta que vio la película Julia con Jane Fonda y Jason Robards. En ella los protagonistas se encontraban en una playa en invierno. Prendían fogatas y fumaban mientras hacían reflexiones agudas. Pauls, entonces, creyó encontrar el secreto. La actitud propia para el intelectual consiste en ir a la playa en invierno (tal vez así se explique por qué Forn y Saccomano viven en desolados balnearios ). Entonces se fue con su novia a Villa Gesell en junio. Pero el experimento no salió bien. El romántico mirarse a los ojos en la playa era imposible a causa de la arena que volaba. Fumar era una quimera porque no podían prender los cigarrillos. El frío y la humedad los descomponían hasta el punto de hacerles odioso el momento. Entonces, derrotados, huyen de la playa para refugiarse en un café. No pueden tomar café porque la máquina está fría (la tienen apagada para ahorrar). Tampoco se pueden comer medialunas, porque son se hace tres días. Ni siquiera se sienten únicos, porque otra pareja les sigue los pasos, seguramente inspirados por la misma película.
Miguel Brascó en Pasarla bien, cuenta como a los extranjeros les sorprende como en Argentina, país en el que se come tan bien, existe un verdadero problema con el punto de cocción de algunos platos. Un ítem crítico es la pasta. Brascó rastrea la genealogía del inconveniente. Por el tipo de harina que se consume por estos lares, los argentinos siempre tuvieron por costumbre comer la pasta muy cocida. Los inmigrantes recién arribados amasaron los fideos como en sus países de origen, pero la naturaleza de la materia prima y el sumarse a la tendencia dominante local (una forma de solidarizarse con un país que los había acogido de forma tan generosa), hizo que los tradicionales fideos de la nona del domingo fueran siempre un poco pegoteados, nunca al dente. Los chefs modernos están decididos a cambiar esta tendencia, y los restaurantes de moda compiten por ver quien sirve la pasta más al dente. Los cocineros jóvenes han iniciado una cruzada, y como resultado, terminan cocinando cuatro minutos una pasta que debe cocinarse ocho, y llevándola a la mesa cruda y dura. Es como si decidiéramos hacer relojes más exactos que los suizos haciendo relojes que adelanten.

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