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miércoles, julio 26, 2006

De la crónica diaria

El otro día leí en Wimbledon que la mayor parte de los post versan sobre asuntos personales. En este aspecto, como en la mayoría, se impone el egocentrismo. La gente no quiere escuchar al otro o intercambiar ideas, sólo hablar de sí. Fiel a esta tendencia, les cuento mi incidente del día, que entronca con un problema que padezco hace un tiempo.
Esta mañana en Mar del Plata tuvimos un día especialmente neblinoso y húmedo. Espantoso. Iba caminando con mi hijo de trece kilos a upa cuando me resbalé con una baldosa floja. Por un momento pudo parecer que me caía, pero rápidamente restablecí el equilibrio. Una vieja (señora mayor) acota:

-¡Caminá más despacio con la criatura encima!
-Métase en sus cosas!- les contesté yo caliente.
Maleducada!-me contesta la vieja.

Yo me alejé, ahora sí caminando rápido, y me quedé pensando que ante la gente que estaba en la calle la vieja había tenido razón: yo era una maleducada. El problema es que en un enfrentamiento verbal callejero, uno no tiene tiempo de desplegar las teorías sociológicas que justifican las reacciones.
El barrio donde vivo se caracteriza, además de por las veredas rotas, por estar habitado por un número desproporcionado de gente mayor. Desde que quedé embarazada, un montón de viejas que no conozco se sienten autorizadas a decirme cómo tengo que hacer las cosas:

-¡Qué panza chiquita! Hay que comer más cuando se está embarazada.
-Ese chico está demasiado abrigado, no ves que está colorado.
-Ese chico está desabrigado, se te va a enfermar.
-A esta edad no tendrías que llevarlo en cochecito, así no va a caminar nunca.
-Me parece que ya es tiempo de que le saques el chupete.
-Pobrecito en la calle tan temprano, el mejor lugar para un bebé es su casa.
-¡Cómo llora! Seguro que tiene cólicos deberías probar con manzanilla.
-Ese nene tiene hambre, ¿Hace cuanto le diste la teta?

Todas estas acotaciones las hacen las señoras mayores sin que uno les pregunte, sin siquiera conocerte, en la creencia de que la edad les da impunidad para opinar, para descalificarte como madre, para generalizar desde sus vivencias labrando leyes de la crianza absurdas, en fin, para meterse en lo que no les importa.
En las antiguas sociedades, el consejo de los ancianos era respetado porque la experiencia era la única forma de conocimiento. Hoy vivimos la tiranía de los jóvenes, porque Google nos da todas las respuestas: qué alimentación debe tener una mujer embarazada, cuántos kilos es deseable engordar, cómo debe vestirse un bebé, qué juguetes desarrollan mejor la motricidad, en que etapa debe realizarse el destete, que supuestos remedios caseros pueden ser dañinos. Los viejos que quieren manderle mails a sus nietos que viven en España nos tienen que pedir ayuda en el ciber. Sus conocimientos han quedado obsoletos. Sus hijos y sus nietos ya no los escuchan, es por eso que quieren impartir sus sabias enseñanzas a los pobres desconocidos que se cruzan por la calle. No se arroguen derechos que la sociedad ya no les confiere. No se imaginen funciones que nadie quiere darles! Yo no le digo a las viejas que van por la calle:

-¡Usted debería usar bastón! Una caída a su edad puede ser fatal.
- ¡Tiene que ponerse más abrigo! Si le agarra neumonía con sus años, no zafa.
Hoy, pobre, la ligó la vieja con sus consejos sobre la velocidad adecuada. Pero tienen que entender que las aldeas descriptas por Levi Strauss en las cuales los gerontes cumplían un rol rector esencial, hoy tienen Internet, un celular por habitante, riego artificial para cuando no llueve, y si tienen dudas sobre la crianza de los niños, miran en la televisión por cable Historia de un bebé o La niñera experta.

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