Hace un tiempo fui a ver uno de estos espectáculos de uno de los nuevos músicos tan elogiados por las revistas de tendencias. Estas publicaciones nos recomiendan todo el tiempo nuevos bares de tapas en Palermo H., que probemos el pinot noir de tal o cuál bodega y a estos jóvenes músicos gourmet. Siguiendo a Fischerman decido no quedarme con las milanesas con papas fritas y probar nuevos sabores.
Ya de entrada la cosa pinta mal. El espectáculo se retrasa dos horas y los músicos entran con una cara de presumidos e insoportables que no puede ser. Empieza la música: una mezcla de jazz, tango y ruidos electrónicos. HORRIBLE. A mí me suena espantoso, tedioso... pero todos tienen una cara de éxtasis... de “ésta es la papa”; asienten con los ojos entrecerrados, tamborilean con un dedito en la mesa mientras toman una bebida espirituosa. Yo me digo que esta gente está toda contenta, disfrutando... Concentrate ... Algo se te escapa... NO, ES UNA MÚSICA FEA. Los músicos no tienen ningún virtuosismo, y se miran con complicidad, como si arrancaran a sus instrumentos sonidos únicos e irrepetibles. Vuelvo a mirar al público, y por más que el espectáculo se alargue, siguen expectantes, dichosos, con cara de “Esto es música, que la masa se quede con la cumbia”. Yo empiezo a indignarme, a pensar que son todos unos farsantes, que no les puede gustar esta cosa fofa e indefinible. Pero no llego al enojo, porque me vence el cansancio. Empiezo a pensar en mi cama, en la almohada gordita, y en como voy a llegar hasta ellas sin detenerme a charlar con ningún conocido, porque no estoy en condiciones de fingir agrado, mucho menos el entusiasmo necesario.
Miro otra vez a los músicos, otra vez al público. Ellos están contentos. Yo no entiendo, y más allá de toda digresión, yo me aburro...
Ya de entrada la cosa pinta mal. El espectáculo se retrasa dos horas y los músicos entran con una cara de presumidos e insoportables que no puede ser. Empieza la música: una mezcla de jazz, tango y ruidos electrónicos. HORRIBLE. A mí me suena espantoso, tedioso... pero todos tienen una cara de éxtasis... de “ésta es la papa”; asienten con los ojos entrecerrados, tamborilean con un dedito en la mesa mientras toman una bebida espirituosa. Yo me digo que esta gente está toda contenta, disfrutando... Concentrate ... Algo se te escapa... NO, ES UNA MÚSICA FEA. Los músicos no tienen ningún virtuosismo, y se miran con complicidad, como si arrancaran a sus instrumentos sonidos únicos e irrepetibles. Vuelvo a mirar al público, y por más que el espectáculo se alargue, siguen expectantes, dichosos, con cara de “Esto es música, que la masa se quede con la cumbia”. Yo empiezo a indignarme, a pensar que son todos unos farsantes, que no les puede gustar esta cosa fofa e indefinible. Pero no llego al enojo, porque me vence el cansancio. Empiezo a pensar en mi cama, en la almohada gordita, y en como voy a llegar hasta ellas sin detenerme a charlar con ningún conocido, porque no estoy en condiciones de fingir agrado, mucho menos el entusiasmo necesario.
Miro otra vez a los músicos, otra vez al público. Ellos están contentos. Yo no entiendo, y más allá de toda digresión, yo me aburro...
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