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sábado, diciembre 17, 2005

Los lamentos de un ex joven K

Mi amigo Manucho es un kirchnerista de la primera hora. Estudiante de ciencias políticas y filoperonista, fue parte del selecto 22% que votó a Kirchner en la primera vuelta. Reconoce que fue sólo un voto defensivo contra Menem, pero cuando el nuevo presidente se peleó con Escribano, Grondona y dio un discurso antológico de asunción, Manucho enloqueció de la dicha. Por fin tenía un presidente con el que se sentía identificado.
Como buen joven K defendió al pingüino y sus ministros en toda discusión: el impecable Lavagna, los demoníacos Fernández, pesadilla de cualquier oposición, el respetable Filmus, el justo Ginés González García. Se sintió orgullosísimo del Secretario de Cultura Di Tella, e intentó explicarle a la tilinguería que el funcionario era brillante, y decía verdades como piedras, por lo que tuvo que irse.
Poco a poco las críticas al gobierno fueron más duras, más tangibles, menos fáciles de manejar. Pero Manucho resistió con valor: los fondos de Santa Cruz, las sospechas sobre el cajero De Vido (¿es Banelco o Link?), la desprolija salida de Prat Gay del Banco Central, D´elía incendiando la comisaría, el caos de Boedo, los disturbios en la cumbre de Mar del Plata...
Pero como todo buen peronista Manucho es comedor de asados. Es más, es un verdadero experto en productos cárnicos. Es su amor por la vaca argentina lo que lo ha hecho nacionalista. El atroz aumento de la carne ha puesto a Manucho en una encrucijada. Y como cualquier buen argentino, al tener que optar por la pasión política o la estomacal, eligió por un buen asado y se transformó en opositor al gobierno.
Manucho explica teóricamente sus razones. Según él, el peronismo y la carne vacuna están inextricablemente unidos. De hecho, uno de los principales mitos del antiperonismo tiene que ver con la carne: el cuento de que los peronistas usaban el parquet de las viviendas populares regaladas por Perón como combustible para el asado. En la actualidad un peronista debe vender el departamento para pagarse el asado.
Manucho está triste porque le gustaba ser oficialista, y no le agradan sus compañeros de lucha en la oposición. Ahora escribe en La Nación Junto a Joaquín Morales Solá, que no está dispuesto a que para pagar la deuda externa los argentinos debamos sacrificar el asado. Eso no ocurre en los países serios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con la Politica anti inflacion de Miceli (basicamente mandar los intendentes a botonear a los carniceros....algo que en la historia del "bananismo sudaca" ocupará un capítulo predilecto) Manucho probablemente deje los ñoquis en el segundo semestre del 2006 y empiece a darle a los fideos sin tuco con excesiva regularidad para el 2007. La carne y los alquileres: hoy me entero que que un primo de 25 años vuelve despues de 3 años a vivir con los padres. Otro Kirchnerista fastiadiado.

El ruso.