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miércoles, noviembre 29, 2006

Washington Cucurto: El curandero del amor, Emecé.

Quien no haya leído una línea de Cucurto no puede comprender el carácter compulsivo que la lectura de este autor puede acarrear. Te traslada a su propio maravilloso universo, en el que la escritura no se parece a nada.
Cucurto se autodenomina cultor del realismo atropellado, un estilo único que tiene que ver con el lenguaje coloquial y las historias más divertidas e inverosímiles que se puedan imaginar. En sus relatos hay bailantas, travestis, luchadores sociales, escritores, barrios sucios de Buenos Aires, telos baratos. En su magnífico cosmos de paraguayitas y peruanas, Cucurto nos habla, sin embargo, del amor. De cómo un tipo casado enloquece por una pendeja de 17. De cómo intentan vivir un amor a base de mentiras y cumbia.
Y en medio de esa melancólica historia, desfilan personajes alucinantes, escenarios pintorescos, cuadros desagradables. Cucurto mezcla todo con maestría y humor: la música y el sexo, la política y la bailanta, los abortos ilegales y los talleres de poesía.
Del curandero del amor me gustaron muchas cosas: la escena porno en el taller literario de San-San, la delirante revolución setentista que Cucuto y su tiki intentan en Tucumán, la liquidación de la biblioteca de un escritor frente a un entusiasmado coleccionista.... Pero, sin lugar a dudas, lo que me fascinó fue esta frase: "Mi amor, merecés lo mejor del mundo, y yo estoy muy lejos de ser siquiera lo mejor del edificio donde vivo."

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