Acabo de ver en DVD el hermoso documental La larga marcha de los pingüinos. Me pareció fantásticamente hecho, emocionante y conmovedor.
Además de gran cantidad de comentarios elogiosos, también había escuchado algunas críticas. Estas cuestionaban que el documental parece querer colocar en los pingüinos ideas y sentimientos donde sólo hay instinto. De esta manera, los pingüinos parecen albergan una serie de increíbles virtudes: sacrificio, tezón, fidelidad, dulzura. Naturalmente que esto es así. En un trabajo en el que se le pone voz a los protagonistas en lugar de la tradicional voz en off de un locutor que nos informa sobre las costumbres de una determinada especie, es evidente que se intenta construir una metáfora. Los humanos podemos sentirnos reflejados en los pingüinos y atribuirles ideas humanas porque la imagen de estos animales marchando a través del frío invierno antártico para lograr tener crías, se vincula con anhelos profundos. En última instancia, ¿alguna vez podemos dejar de hablar de nosotros mismos?
Además de gran cantidad de comentarios elogiosos, también había escuchado algunas críticas. Estas cuestionaban que el documental parece querer colocar en los pingüinos ideas y sentimientos donde sólo hay instinto. De esta manera, los pingüinos parecen albergan una serie de increíbles virtudes: sacrificio, tezón, fidelidad, dulzura. Naturalmente que esto es así. En un trabajo en el que se le pone voz a los protagonistas en lugar de la tradicional voz en off de un locutor que nos informa sobre las costumbres de una determinada especie, es evidente que se intenta construir una metáfora. Los humanos podemos sentirnos reflejados en los pingüinos y atribuirles ideas humanas porque la imagen de estos animales marchando a través del frío invierno antártico para lograr tener crías, se vincula con anhelos profundos. En última instancia, ¿alguna vez podemos dejar de hablar de nosotros mismos?
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