Una de las cosas más fascinantes de leer Operación masacre de Rodolfo Walsh consiste en analizar los distintos prólogos y epílogos que el autor escribe en el '57, '59, '64, '69, '71 hasta la carta abierta al presidente en el aniversario del golpe del '76 (esto es, el día anterior a su desaparición), que suele incluirse como anexo en su libro.
Con estos sucesivos prólogos y anexos podemos comprobar el viraje de un periodista antiperonista que apoyó el golpe del '55 a causa de la oposición que como sincero liberal tenía contra ese régimen, pasando por algún entendimiento de la causa de los vencidos, pero repudiando su metodología violenta, hasta la total identificación con los que antaño fueran sus contrarios políticos. Interesante y aleccionador como la impotencia vulnera las creencias más fuertes en las virtudes de los sistemas.
Creo que cualquier antiperonista debería hacer este ejercicio. Si esta interesante lectura no proyecta alguna duda sobre su cosmovisión, entonces no será ni bueno ni malo, sino tan incurable como un peronista.
Con estos sucesivos prólogos y anexos podemos comprobar el viraje de un periodista antiperonista que apoyó el golpe del '55 a causa de la oposición que como sincero liberal tenía contra ese régimen, pasando por algún entendimiento de la causa de los vencidos, pero repudiando su metodología violenta, hasta la total identificación con los que antaño fueran sus contrarios políticos. Interesante y aleccionador como la impotencia vulnera las creencias más fuertes en las virtudes de los sistemas.
Creo que cualquier antiperonista debería hacer este ejercicio. Si esta interesante lectura no proyecta alguna duda sobre su cosmovisión, entonces no será ni bueno ni malo, sino tan incurable como un peronista.
2 comentarios:
Bueno, me gusta más hablar de libros y de sus autores, pero Sibelius me tienta.
Antes que nada, una aclaración para que no me achaque “cola de paja”: no me sentí aludido por lo de “antiperonista”.
No lo soy. Ni gorila. Ya lo dije en su momento.
En todo caso, mantengo una postura crítica frente al significado del peronismo en la vida política, social, económica y cultural de la Argentina.
Ahora sí, a lo de este post.
El eje del mismo es, me parece, la afirmación de Sibelius en cuanto a que “(…) la impotencia vulnera las creencias más fuertes en las virtudes de los sistemas.”
Buena frase, efectista. Pero, a mi entender, errónea.
La adhesión a un régimen de gobierno, a un sistema político o a un modelo social (cosas bien distintas entre sí, por supuesto), puede sustentarse en una “creencia”, como dice el autor/a (nunca supe esto de Sibelius: es él o es ella?) del post, o bien puede basarse en un discernimiento racional, evaluativo, comparativo, si se quiere.
El primero, el de la “creencia”, convierte esa adhesión en un acto de fe. “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, dicen que dijo un tal Saulo de Tarso, y lo consignan en un texto llamado Epístola a los Hebreos, capítulo 11, versículo 1.
Así, ese tipo de adhesión por “creencia” no tiene sustento racional, sino solamente obedece a, digamos, una pulsión, una intuición, un sentimiento primario.
Si la impotencia de un observador ante un sucedo dado (por ejemplo, la que sentía Walsh cuando reconstruyó la violación a los derechos elementales a que eran sometidos los complotados seguidores de Valle, por parte de los militares de la Libertadora), lo lleva a que cambien radicalmente sus adhesiones políticas, sociales, económicas y culturales (que todo eso entra en la noción de sistemas que emplea Sibelius, me parece entender), resulta, entonces, que tales adhesiones eran débiles, sustentadas en meras “creencias”, y no en razonamientos fuertes, sólidamente basados en el análisis crítico de la realidad.
Que Walsh haya mutado de liberal “antiperonista”, como lo llama Sibelius, a intelectual orgánico y militante directo de una organización armada que se reivindicaba como “peronista” (más allá de que su propio líder la haya echado de la Plaza de Mayo, llamando a sus militantes “tontos imberbes”), habla, en todo caso, de las debilidades de las posturas iniciales de Walsh, antes que del dogmatismo que, según Sibelius, padecen aquellos que, pese a observar las nefastas secuelas que dejaron regímenes no-peronistas, no se plantean abandonar su visión crítica del peronismo, transformándose, entonces, en “incurables”.
Que la figura heroica (en términos de Homero, no Simpson, sino el otro) de Walsh despierte simpatías, no quiere decir que se deba adherir a su mutación, ni que quienes no la realicemos nos tornemos meros obcecados “antiperonistas”.
En otro interesante blog, días atrás, su responsable rescataba en parte la otra faceta de Walsh, la que a mi me atrae mucho más que la de su militancia montonera, la faceta literaria.
Y rescatar al Walsh cuentista, me parece, es el mejor homenaje que se le puede hacer.
Su conversión al peronismo, sus acciones directivas en la cúpula de la organización encabezada por Firmenich, su impactante carta a la junta militar de 1977, y su camino solitario a la muerte (cuál epígono del Che), con el tiempo, con el paso de las generaciones serán sólo anécdotas más o menos simpáticas en la vida de lo que Walsh era, y por lo cual debe ser recordado hoy: un gran escritor.
Y, más allá de lo que señala Sibelius en torno a la importancia de “Operación Masacre”, en ese mismo texto, en sus capítulos, en el spirit de sus líneas, en su tempo narrativo, se encuentra una acabada muestra de lo buen escritor que era Walsh.
Saludos
un agregado ahora, a las 17:30 hs. del 17 de octubre: hoy, más que para hablar de "Operación Masacre", da para hablar de "Ezeiza"...
Saludos
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