Alguna vez se mencionaron en este blog las cenas show. Pero sospecho que escribían desde afuera. Con los conocimientos propios de la ñata contra el vidrio. Pasaban por un restaurante que ofrecía un pintoresco espectáculo, y se quedaron chusmeando en la vidriera, hasta que una serie de miradas lacerantes los alejaron de la escena.
Este, en cambio, es el testimonio de un participante directo de los acontecimientos. Esta asistencia se explica en el marco de complacer a la madre en su día, en un masoquismo evidente o en una inquietud antropológica. Como sea, me encuentro el día domingo por la noche en una cena show. Evidentemente, el espectro etario tiende a estar por encima del medio siglo. La gente se produce mucho para estas lides, las mujeres sacan a relucir todo su vestuario y está comprobado que el 12% de los productos de Mary Kay está destinado a estos eventos.
El problema de la cena-show es conceptual en sí mismo. Como a la comida se le agrega el plus del espectáculo, está justificado que no cante Sinatra. Como el show ofrece comida, se sobreentiende que no será el servicio del Ritz. Entonces, resulta un mix en el cual el morfi es de cuarta y las piezas musicales están al mismo nivel. Y todos lo aceptan como parte del acuerdo tácito del 2x1. Otra cosa comprensible, pero odiosa, es la atención de las camareras. Comprensible porque tienen por delante toda una noche con gente que propende a lo pesado, y un profundo malestar provocado por la música. Por otra parte, el entusiasmo de los concurrentes garantiza que la jornada sea bien larga. De manera que, una vez más, deberán moverse en medio de bailarines epilépticos perpetuamente sedientos.
Pero en este último punto está el nudo de la cuestión: ¿de donde proviene tanta emoción? Si los asistententes tienen un vago registro de no estar comiendo bien y de que la música no es buena (aunque la aparición de Eliana Calabró haya cambiado los cánones para juzgar las perfomances artísticas), ¿por qué estás tan felices? Una vez más, la explicación es dolineana: porque tienen el nada secreto afán de encontrar pareja. Y eso llena de belleza el momento. Los amores en la edad madura no tienen muchos ámbitos: Internet y el viaje a Merlo son las otras opciones más usuales. Si hacemos por un minuto abstracción del ambiente y captamos movimientos y miradas, veremos que son los mismos que en Mr. Jones y Sobremonte.
Este, en cambio, es el testimonio de un participante directo de los acontecimientos. Esta asistencia se explica en el marco de complacer a la madre en su día, en un masoquismo evidente o en una inquietud antropológica. Como sea, me encuentro el día domingo por la noche en una cena show. Evidentemente, el espectro etario tiende a estar por encima del medio siglo. La gente se produce mucho para estas lides, las mujeres sacan a relucir todo su vestuario y está comprobado que el 12% de los productos de Mary Kay está destinado a estos eventos.
El problema de la cena-show es conceptual en sí mismo. Como a la comida se le agrega el plus del espectáculo, está justificado que no cante Sinatra. Como el show ofrece comida, se sobreentiende que no será el servicio del Ritz. Entonces, resulta un mix en el cual el morfi es de cuarta y las piezas musicales están al mismo nivel. Y todos lo aceptan como parte del acuerdo tácito del 2x1. Otra cosa comprensible, pero odiosa, es la atención de las camareras. Comprensible porque tienen por delante toda una noche con gente que propende a lo pesado, y un profundo malestar provocado por la música. Por otra parte, el entusiasmo de los concurrentes garantiza que la jornada sea bien larga. De manera que, una vez más, deberán moverse en medio de bailarines epilépticos perpetuamente sedientos.
Pero en este último punto está el nudo de la cuestión: ¿de donde proviene tanta emoción? Si los asistententes tienen un vago registro de no estar comiendo bien y de que la música no es buena (aunque la aparición de Eliana Calabró haya cambiado los cánones para juzgar las perfomances artísticas), ¿por qué estás tan felices? Una vez más, la explicación es dolineana: porque tienen el nada secreto afán de encontrar pareja. Y eso llena de belleza el momento. Los amores en la edad madura no tienen muchos ámbitos: Internet y el viaje a Merlo son las otras opciones más usuales. Si hacemos por un minuto abstracción del ambiente y captamos movimientos y miradas, veremos que son los mismos que en Mr. Jones y Sobremonte.
1 comentario:
Por eso los martin Fierro son tan patéticos, porque comida y bebida libre, premios y las locuras de los participantes produce extrañas escenas. Si ahora cambiamos celebridades por gente común, espectáculos peores y comida de dudosa calidad el resultado es impredecible.
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