Los falsos gourmet se congregaron ayer en el Sheraton en el marco de la exposición El vino y el mar. Ni bien llegan a la sala, prima el disimulo. Van a un stand, preguntan por un vino, dejan que la promotora les explique sus virtudes, y lo saborean lentamente. Ya cercanos a las nueve de la noche, la gente empieza a mostrar la hilacha: se impacientan frente al que hace muchas preguntas y retrasa la cola en el stand, se especula con que lo servido no es tan abundante y la mesa de quesos comienza a ser asaltada sin miramientos. Pasadas las diez, ya son pocos los que fingen ser entendidos en la materia, se conforman con llenar el cáliz rápidamente, en tanto comienza a mirarse al de al lado como un potencial enemigo: puede que él se quede con el último pedacito de lomito ahumado o con la última copa de ese cavernet que tanto nos gusta. Sobre las once los altoparlantes anuncian el final del evento. Ahora sí, ya no importa nada. Los que juzgan que no han amortizado los $20 que invirtieron en la copa de degustación, peregrinan lastimosamente de stand en stand apurando las copas finales. Les ruegan a las promotoras un traguito más. Si a esta altura repartieran vino en tetra nadie se quejaría. Antes de las doce ya la carroza se ha transformado en batata. Las caras, los gestos, denuncian la desilusión ante el fin del evento que generó por unas horas un mágico micromundo de amantes del vino felices.
jueves, octubre 26, 2006
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1 comentario:
Lectura temática acerca del comentario del tetra: "El Mayordomo" de Roald Dahl.
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