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sábado, mayo 13, 2006

Texto inédito de Silvina Ocampo

Sabido es que el reconocimiento de un escritor sigue sendas azarosas. La fortuna no fue generosa, en ese sentido, con Silvina Ocampo. Doblemente opacada por las figuras de su marido, Adolfo Bioy Casares, y su hermana, Victoria Ocampo, la formidable escritora pasó casi desapercibida. Hace unos años, la publicación de los cuentos y la poesía completos de la escritora lograron que nuevos lectores se acercaran a la obra de Silvina Ocampo. El descubrimiento de una serie de textos inéditos puede cerrar un movimiento tendiente a darle a esta estupenda escritora el sitial que merece en las letras argentinas.

Silvina Ocampo: Invenciones del recuerdo, Sudamericana.

Uno de los textos inéditos de Silvina Ocampo es Invenciones del recuerdo. Se trata de unas memorias de la niñez escritas en verso libre. Esto es, una autobiografía de los primeros años en poesía, como lo hicieron varios escritores ingleses admirados y traducidos por Ocampo. El libro es fantástico desde la elección del título. Invenciones del recuerdo porque la autora reconstruye el mundo de su niñez y los sentimientos que la embargaban, pero -inevitablemente- desde el punto de vista de su persona adulta. Evidentemente, las poderosas sensaciones de la infancia están tamizadas por la comprensión de los acontecimientos que sólo puede ocurrir después. Los adultos suelen realizar la operación contraria: analizar los sucesos del pasado para minimizar su importancia a la luz del entendimiento posterior. Ocampo realiza el proceso opuesto: observa las circunstancias de su niñez sin que los razonamientos y sentimientos poderosísimos que entonces inundaron su alma pierdan ni intensidad ni sentido. Así Silvina Ocampo puede relatar su relación con el lujo, la ociosidad y frivolidad de las personas que la rodeaban:

Los dueños de casa morían
Pero los sirvientes, no.
Su madre solía decir que la haraganería mata.
Aquellas tías abuelas,
Siempre sentadas,
Aunque se dedicaran a obras de beneficencia,
Habían perdido la salud.
A su juicio, lo único que hacían era tocar escalas
Sobre un piano imaginario,
En las rodillas o en el respaldo de los sillones,
Escribir cartas en papeles lujosos a las provincias o a París,
Elegir ropa que regalaban a los pobres
Para Navidad o para Reyes,
O cortar tajadas de pan y untarlas con manteca,
A la hora del té,
Pasar un dedo por los muebles para ver si tenían polvo.
En cambio los sirvientes hacían mucho ejercicio.
A juzgar por lo que contaban,
No se quedaban ni un momento quietos.
(...)
Le parecía que las riquezas
Labraban prisiones en torno
A quienes las poseían.
"Mamá, quisiera ser pobre",
dijo un día a su madre.
Sabía que podía decírselo,
Aunque fuera absurdo,
Pues ella le había contado sus padecimientos de recién casada
Cuando tuvo que ir a vivir con las tías abuelas
En una casa lujosa,
Llena de brocatos dorados,
De terciopelos, de platería, de cristales,
De visitas a todas horas.
A ella tampoco le gustaban ese lujo desmedido
(...)
Cuando llegaban las visitas sufría mucho
No sólo porque era tímida
Sino porque esas visitas le parecían vanas,
Ridículas y antipáticas.
Las atisbaba de lejos,
Sentía el perfume penetrante de sus vestidos,
El aire desprendido de los plumíferos sombreros,
Las risas y las voces estridentes.

Adolfo Bioy Casares dijo de su mujer que era "inevitablemente original", seguramente refiriéndose a aquel aire de extrañeza que rodea todos sus escritos. Esto ocurre frecuentemente en sus cuentos, que siempre remiten a contextos extraños, algo mórbidos u oscuros. Todo aquel imaginario parece haber surgido en las vivencias de la infancia de la escritora. Estas Invenciones del recuerdo están plagadas de pasajes extraños, como aquellos referidos a su gusto por observar a los mendigos, los accidentes, la religión vivida como culpa, el despertar sexual y demás vivencias que parecen haber marcado la vida de S. O. de manera muy peculiar.

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