Madrugada negra es la ganadora del Premio de Novela de la Biblioteca Nacional. En su contratapa aparece un comentario de Luis Gusmán sobre el arte de Rodríguez para combinar belleza y horror. La referencia es muy certera porque nos sirve para orientarnos en la tónica de del escrito. A lo que más se parece dentro de la literatura argentina es a Luis Gusmán, porque se adentra en los horrores vividos bajo la última dictadura militar, pero una óptica que no excluye la aproximación a los verdugos. Claro que este acercamiento no es empatía, sino sólo un intento por comprender la clase de cerebro que encuentra excitante la tortura, la vejación, la violencia, la muerte. Y estas ideas van creciendo en capítulos breves que suman en cada paso una pieza, un mecanismo que permite acercarnos a la psiquis de Miguel Arribeño. Por eso la novela es casi un ensayo sobre el espanto, y no tiene un argumento que fluya. Son cuatro o cinco escenas que se repiten, con frases que resuenan cadenciosas torturantes. La novia de la juventud, una puta asesinada en sórdidos parajes, una sesión de tortura.
Excelentemente compuesta y escrita, Madrugada negra no es una novela para estómagos delicados, tampoco recomendable para leer un minuto antes de apagar la luz.
martes, septiembre 18, 2007
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