La ópera es, por excelencia, el género de la multiculturalidad. Por ejemplo, Fidelio está ambientada en Sevilla, basada en el drama francés Leonore, adaptada al alemán, siendo la única ópera compuesta por Beethoven. Puede verla en DVD, desde su sillón favorito, con subtitulado en castellano. La versión que tengo es con Karita Mattila, con dirección orquestal de James Levinas, y corresponde a la representación en el Metropolitan de Nueva York.
Es por eso que el éxito de una ópera es siempre el triunfo de la imaginación. No es creíble Freni como una bellísima japonesa quinceañera, ni que el regordete Ben Heppner esté siendo matado de hambre por un funcionario injusto.
Recorridos igual de risposos siguen casi todas las óperas, y Juan Forn nos hace un relato pormenorizado y divertido de cómo las aventuras de un Don Juan en Japón terminaron convirtiéndose en una de las más famosas óperas de Puccini: Madame Butterfly. El origen de ese relato tiene raíces inciertas, circunstancia que Forn aprovecha para imaginar que el extranjero casado con la ilusionada japonesa quinceañera no fue otro que el almirante Bustos Domecq, observador internacional en la guerra ruso japonesa y pariente del escritor/protagonista. Esta inventiva sirve para relatar una serie de secretos familiares. No sólo el de un hijo ilegítimo japonés, sino también otro más doméstico y asordinado: el de una débil mental encerrada en el altillo de la casa y su hija dada en adopción. Los dos fragmentos negados de la familia, por la convenciones, por lo que no puede ocurrir en una familia bien, buscan encontrarse en un presente en que los prejuicios persisten vestidos con otros ropajes.
María Domecq es una novela altamente recomendable, aunque el resto del desarrollo no alcance a igualar un comienzo tan formidable como el de la historia de Madame Butterfly.
jueves, mayo 15, 2008
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