Derrumbe es una novela despareja. Tiene verdaderos momentos de inspiración: cuando habla de su separación y la pérdida de su hija logra transmitirnos aquéllo que él juzga por su propia definición intransferible.
"El dolor. Es imposible contar el dolor. En principio, porque si se trata de un dolor puro, absoluto, como el que se apoderó de mí cuando vi que mi hija se iba, dejaba la casa llevada por la madre, al llegar a la esquina se volvía y me saludaba, como si aquello que estaba ocurriendo fuera un paseo más... en casos como ese lo que puede hacerse es contar la escena, narrarla mejor o peor, incorporar o eliminar detalles, pero la emoción no tiene nombre, carece de palabras."
También hay partes descarnadas y desopilantes, como cuando cuenta su niñez como hijo de unos almaceneros tontos. O cuando retrata el pungódromo: centro de juego clandestino en el que los apostadores en las azoteas arriesgan por el triunfo de policías o ladrones.
Guebel es también un buen contador de anécdotas: las de sus amigos guitarristas enfrentados, la del saxofonista enfermo de cáncer, el violinista sin destino, o el estreno de un fracaso cinematográfico en Olavarría. Pero lo mejor es, tal vez, la definición de sí mismo - porque el personaje principal es un Guebel apenas disfrazado. El escritor habla del doloroso descubrimiento de no ser un genio. Dan ganas de llamarlo por teléfono y decirle que me gustan mucho sus novelas, que escribe muy bien... Pero seguro que él sabe eso, que se lo ha dicho gente más capacitada que yo. Es sólo que existe una brecha muy grande entre ser un buen escritor argentino contemporáneo y ser un genio. Tal vez para demostrar adrede esa distancia, Guebel incluye algunas largas parrafadas que parecen sobrar: dice que no soportaría perder a su hija , entonces es un alivio inferir que seguramente morirá antes que ella. Pero en ese caso sometería a su hija al dolor de perderlo. Dilema imposible, que se salda imaginando que uno se transforme en una nada antes de su propia muerte. Este argumento da pie a un absurdo relato en el que él se transforma en un ciruja en tanto que su hija es una eminente cirujana. Una cosa tan disparatada que parece una novela de Aira.
Derrumbe posee momentos tan sinceros y sencillos que nos permiten olvidar algunas inconsistencias y disfrutar de un narrador que encuentra su voz cuando cuenta algo cotidiano. De la misma manera en que la enfermedad y muerte de su amigo Feiling es tratada de forma desprovista de golpes bajos en El día feliz de Charlie Feiling, en Derrumbe aborda el tema de la separación con una sinceridad sin melodrama y una nota de humor que no es aún cinismo.
jueves, noviembre 29, 2007
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3 comentarios:
Lo lei esta semana y me gustó mucho. Está llenda de cinismo e ironía pero también de dolor y desgarro.
La verdad me compré el libro gracias a una entrevista que le hicieran en ADN hace un par de semanas y no me arrepentí para nada. Al contrario.
Guebel es un escritor de enorme versatlidad para narrar. Derrumbe transita por zonas prohibidas, que extreman los espacios de la intimidad, con una contundente solidez literaria.
El final de Derrumbe no tiene nada de absurdo ni de delirante, y es perfectamente coherente con el territorio tembloroso y privado de toda coherencia que es el dolor. En todo caso, además, si se parece a Aira, que puede ser, se parece al mejor Aira, que también sabe narrar muy bien experiencias de esta índole limítrofe y destructiva.
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