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lunes, noviembre 26, 2007

J. M. Coetzee: Diario de un mal año, Mondadori

Diario de un mal año no es una novela, son dos, tres o cuatro libros. Varias historias y voces.
El primer libro es "Opiniones contundentes", una serie de ideas que escribe un escritor prestigioso en su vejez para ser publicadas en un volumen junto a otros cinco escritores famosos. Son ideas polémicas sobre la sociedad actual, y a la par que polémicas, bastante canónicas en un escritor progre del siglo XX. Denuncia de la guerra, el exacerbado materialismo, el empobrecimiento del idioma, el afeamiento de la música en el mundo actual.
Pero es también otro libro: una especie de diario íntimo de este escritor anciano cuando su rutina diaria se ve transformada por su bella vecina a quien convierte en su mecanógrafa. El escritor entiende que enamorarse de ella es inconducente, sólo puede disfrutar de mirarla, de conversar con ella. Y esta llegada hace más evidente el ocaso de su vida, la inminencia de su fin.
Y es también la historia de la dactilógrafa, su opiniones sobre el texto que mecanografía, y la aparición de su novio: un pragmático hombre de negocios que resulta la contracara del escritor. Un hombre que juzga que la mentalidad que guía aquellas opiniones contundentes es totalmente obsoleta.
La relación entre la mecanógrafa y el escritor cambiará la vida de todos. Y también los propios escritos del famoso escritor. En el final del libro aparece un segundo diario, con ideas más íntimas y amables que reflejan como ese amor platónico transformó la mirada sobre sí mismo al poder atender a la mirada ajena.

En principio, la lectura de Diario de un mal año se hace trabajosa. La página aparece cortada por una línea que divide el ensayo de los pensamientos íntimos del autor. Y luego dos líneas delimitan el ensayo, los pensamientos del escritor y los de la joven. Lo que en principio es incomodidad, resulta luego ser lo mejor de la novela.

Diario de un mal año retoma tópicos clásicos en Coetzee, pero tal vez desde otro ángulo. No tiene la dureza de Desgracia, ni el tono de denuncia de Esperando los bárbaros, ni siquiera la crudeza de El hombre lento. Pero la intimidad de Diario de un mal año nos enfrenta a la vejez y la soledad de una forma nueva, a la vez que una serie de opiniones que no parecen ser otras que las del propio Coetzee, que es sin embargo capaz de ponerse fuera de sí y evaluarlas críticamente. Entender que lo que dice está condicionado por su edad y su historia, y entonces tiene un carácter más que relativo, más que cuestionable. Su propia contracara, un hombre de negocios exitoso, un self made man, nos puede parecer perverso, pero los argumentos que Coetzee le presta contra su propio ideario no son pobres. De la misma forma, la protagonista femenina -Anya- en comienzo nos parece el colmo de la frivolidad y el pragmatismo. Pero lentamente sus puntos de vista emergen desde un ángulo nuevo que revelan su humanidad y fragilidad.

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