Kawabata es un escritor sorprendente en su capacidad de aunar la belleza estética con la profundidad en las reflexiones. Uno de los títulos de sus novelas define su concepción de forma sintética y conmovedora: Lo bello y lo triste. No obstante, esta cosmovisión se ve ligeramente trastrocada en la última novela que ha reeditado Emecé. En En el lago, lo bello y lo triste coexiste con lo extraño, lo desviado y enfermo.
De esta manera aparece un protagonista tan desagradable como Gimpei, profesor de escuela que se dedica a perseguir jovencitas. La relación que entabla con una de ellas motiva la cesación en el cargo, pero lejos de alejarse del placer malsano por el acoso, el caer en desgracia refuerza su perversión. Gimpei es un hombre extraño que pierde a su padre tempranamente, vive obsesionado por una prima mayor que lo considera inferior socialmente, abandona a su hijo y sobrevive a la guerra. Un hombre apocado y de pies deformes que lo hacen sentir repulsivo.
“…¿no estaba relacionado con esa fealdad el hábito de perseguir mujeres, puesto que eran sus pies los que se ponían en acción? Se sorprendió con ese pensamiento.¿Era la fealdad de una parte de su cuerpo lo que clamaba por la belleza y la anhelaba? ¿Era parte del plan divino que unos pies horribles persiguieran mujeres bellas?”
A medida que sus pies deformes persiguen jóvenes bellas nos vamos adentrando en las historias de sus perseguidas: Una chica hermosa que ha malogrado su juventud siendo la amante de un viejo, y las dos extrañas asistentas que viven con ella; una pareja de novios a la que los padres le han prohibido verse, una adolescente tan ingenua como inteligente que se le entrega mansamente. Así se entretejen una serie de historias en el duro Japón de posguerra. La decadencia de familias adineradas antaño, la pérdida de los seres cercanos, el radical cambio de vida son los temas, de acuciante actualidad, que trataba Kawabata en la inmediata posguerra.
Este libro apareció por entregas en la revista "Shinco" en 1954, y al año siguiente se publicó con el formato de novela sorprendiendo a sus propios seguidores. Muchos no pudieron comprender el viraje hacia lo siniestro de Kawabata, aunque en mucha de su obra anterior lo perverso aparecía insinuado o esbozado, ya que por ejemplo, en El sonido de la montaña un hombre mayor estaba enamorado de su nuera, con la que convivía en la misma casa. Pero esos sentimientos extraños no sobrepasaban determinados límites, que sí aparecen traspasados en En el lago. Gimpei no se dedica únicamente a seguir a jóvenes bonitas, sino que las aborda e incomoda. Si bien la escena en la casa de baños de provincia con la que se abre el relato es de gran poder, y el paseo con la prostituta es bastante desagradable, el colmo de la sordidez se da cuando caminando por el barrio en el que se alojan los sin hogar se topa con una extraña mujer a la que invita a tomar sake y deja tirada en la calle. Pero en las descripciones de cada mujer perseguida, de cada gesto, aparece aquella sutileza distintiva del autor que hace desde su más breve cuento hasta su novela de más largo aliento una pieza inconfundible. Los olores, los colores, los recuerdos se fusionan de una forma peculiar, dando lugar a saltos en el tiempo que estructuran de forma peculiar:
“Gimpei percibía ahora el olor del algodón Kurume teñido de azul oscuro. El kimono que vestía de niño era de esa tela, pero el olor lo llevó a la pollera de sarga azul del uniforme escolar de Hisako. Al pasar otra vez las piernas dentro de la pollera, Hizako había sollozado y a él mismo se le habían llenado los ojos de lágrimas.”
De esta manera aparece un protagonista tan desagradable como Gimpei, profesor de escuela que se dedica a perseguir jovencitas. La relación que entabla con una de ellas motiva la cesación en el cargo, pero lejos de alejarse del placer malsano por el acoso, el caer en desgracia refuerza su perversión. Gimpei es un hombre extraño que pierde a su padre tempranamente, vive obsesionado por una prima mayor que lo considera inferior socialmente, abandona a su hijo y sobrevive a la guerra. Un hombre apocado y de pies deformes que lo hacen sentir repulsivo.
“…¿no estaba relacionado con esa fealdad el hábito de perseguir mujeres, puesto que eran sus pies los que se ponían en acción? Se sorprendió con ese pensamiento.¿Era la fealdad de una parte de su cuerpo lo que clamaba por la belleza y la anhelaba? ¿Era parte del plan divino que unos pies horribles persiguieran mujeres bellas?”
A medida que sus pies deformes persiguen jóvenes bellas nos vamos adentrando en las historias de sus perseguidas: Una chica hermosa que ha malogrado su juventud siendo la amante de un viejo, y las dos extrañas asistentas que viven con ella; una pareja de novios a la que los padres le han prohibido verse, una adolescente tan ingenua como inteligente que se le entrega mansamente. Así se entretejen una serie de historias en el duro Japón de posguerra. La decadencia de familias adineradas antaño, la pérdida de los seres cercanos, el radical cambio de vida son los temas, de acuciante actualidad, que trataba Kawabata en la inmediata posguerra.
Este libro apareció por entregas en la revista "Shinco" en 1954, y al año siguiente se publicó con el formato de novela sorprendiendo a sus propios seguidores. Muchos no pudieron comprender el viraje hacia lo siniestro de Kawabata, aunque en mucha de su obra anterior lo perverso aparecía insinuado o esbozado, ya que por ejemplo, en El sonido de la montaña un hombre mayor estaba enamorado de su nuera, con la que convivía en la misma casa. Pero esos sentimientos extraños no sobrepasaban determinados límites, que sí aparecen traspasados en En el lago. Gimpei no se dedica únicamente a seguir a jóvenes bonitas, sino que las aborda e incomoda. Si bien la escena en la casa de baños de provincia con la que se abre el relato es de gran poder, y el paseo con la prostituta es bastante desagradable, el colmo de la sordidez se da cuando caminando por el barrio en el que se alojan los sin hogar se topa con una extraña mujer a la que invita a tomar sake y deja tirada en la calle. Pero en las descripciones de cada mujer perseguida, de cada gesto, aparece aquella sutileza distintiva del autor que hace desde su más breve cuento hasta su novela de más largo aliento una pieza inconfundible. Los olores, los colores, los recuerdos se fusionan de una forma peculiar, dando lugar a saltos en el tiempo que estructuran de forma peculiar:
“Gimpei percibía ahora el olor del algodón Kurume teñido de azul oscuro. El kimono que vestía de niño era de esa tela, pero el olor lo llevó a la pollera de sarga azul del uniforme escolar de Hisako. Al pasar otra vez las piernas dentro de la pollera, Hizako había sollozado y a él mismo se le habían llenado los ojos de lágrimas.”
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