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miércoles, marzo 14, 2007

Paul Auster: Viajes por el Scriptorium, Anagrama


La nueva novela de Paul Auster, Viajes por el Scriptorium, no es el mejor trabajo de este escritor. Un relato breve, que promete mucho y deja sabor a poco. Una novela de 180 páginas que termina antes de empezar. Se nos cruza por la cabeza la sospecha de que tal vez un contrato con la editorial obligaba a Auster a entregar un nuevo trabajo, pero que la inspiración no llegó a visitarlo.
Es un libro que abre interrogantes que no terminan de cerrarse. Auster recurre a su tradicional recurso de utilizar personajes que ya habían aparecido en novelas anteriores, pero sin siquiera lograr un juego significativo. Es obvio que se trata de un escritor con oficio que sabe hacer su trabajo, que crea un relato con intrigas; y dentro de ese, otro relato con intrigas. Plantea preguntas sobre la figura autoral y sobre la naturaleza de los personajes que se proyectan a manera de cajas chinas, con un juego de correspondencias que no carece de bellezas. Pero tal vez el recurso de terminar un relato concluyendo que es sólo un personaje posible en la mente de un escritor sea tan poco sutil como decir que se trataba todo de un sueño. Y claro que la historia dentro de la historia tiene también un final abierto, aquél que su protagonista va imaginando.
Otra cuestión extraña es que el escrito sin título que se encuentra dentro de Viajes el Scriptorium se parece alarmantemente a Esperando los bárbaros del escritor sudafricano J. M. Coetzee. Un libro alucinante que narra las peripecias de un funcionario de un imperio en un lugar y un tiempo que podría ser cualquiera o ninguno. Seguramente la casualidad sea fortuita, pero en cualquier caso, las metáforas sobre la vida de los imperios y el acecho de los bárbaros, resultan más inteligentes en el caso de la novela de Coetzee.
En síntesis, Viajes por el Scriptorium no es una mala novela, pero produce una impresión extraña pese a su belleza formal. Los fanáticos de Auster seguramente le encuentren alguna gracia y terminen leyéndola igual (¡como yo!). Pero quien no haya abordado nada del autor terminará por no comprender la celebridad de este escritor si se hace una idea de él a partir de este trabajo.

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