Música y libros     Editora     Eventos     objetos

sábado, diciembre 19, 2009

viernes, diciembre 18, 2009

sábado, diciembre 12, 2009

Ceniciento en Villa Victoria


Azulpluma Ediciones presenta su primer libro de la colección Escondida, dedicada a los chicos y no tan chicos.

Ceniciento, la otra historia está basada en la obra teatral del mismo nombre que desde hace tres años se presenta en el Centro Cultural Soriano.

La presentación es el viernes 18 de diciembre a las 18 hs. en Villa Victoria (Matheu 1851), Mar del Plata. Los esperamos con los chicos ya que van a estar presentes varios de los personajes de la obra teatral.

Nicolás Dominguez Bedini en Sibelius


Continuando con el ciclo de lectura de poesías en la carpa de Sibelius, el jueves 17 de diciembre a las 18 hs llega Nicolás Domínguez Bedini, quien leerá algunos poemas de "Decirte al oído" y otros textos inéditos.

Nicolás Domínguez Bedini nació en la ciudad de Buenos Aires el 13 de septiembre de 1973. Trabaja como disc-jockey en fiestas sociales y como sonidista. Decirte al oído es el nombre de su primer libro, publicado a mediados de 2007 por El Monte Análogo Ediciones. Actualmente vive en Muñiz. Más info en http://nicolasdominguezbedini.blogspot.com/

Contratapa de Decirte al oído, por Osvaldo Bossi

"Casi todos los poemas que componen este libro apelan, en mayor o menor medida, a la simpatía del lector. Se preocupan por él, lo tratan con una infinita amabilidad. Lo seducen. No tanto para convencerlo de la veracidad de sus historias, como para no perder su atención. Contándole -si fuera necesario- los avatares de su propia vida, común y pródiga al mismo tiempo, encarnada en la figura del poeta.
Con aparente realismo, Domínguez Bedini se toma el trabajo de registrarlo todo a su alrededor, como si el mundo físico, al margen del lenguaje, no existiera o fuera a desvanecerse; dando a entender que la experiencia de lo real -por definición- es el más lejano y caprichoso de los acontecimientos.
Antena que se bifurca y capta las disonancias y acoples de una época en particular, Decirte al oído nos permite, con una fidelidad abrumadora, escuchar el zumbido de nuestra propia voz. Como si el poeta (que además es DJ) apoyara la púa de su afilado tocadiscos sobre esa canción que por lo general no escuchamos, o escuchamos a medias. No importa dónde. En los reductos más top, o en las bizarras fiestas de casamiento y los "cumpleaños de 15"; entre el prosaísmo más exacerbado y la pulsión lírica. En cualquier caso, recuperando para la poesía un sentido vital que las últimas vanguardias habían reducido a un campo de pura experimentación."

miércoles, noviembre 25, 2009

viernes, noviembre 20, 2009

Presentación en el parque de Sibelius


Presentación del libro "Tormenta en el charco"

de Celia Coido (textos) y Lucas Nine (ilustración)

Serie "Historias de ranos"

Publicado por Editorial Cacahuate

Miércoles 25 de Noviembre. 18.30 hs
Sibelius Música & Libros (Güemes 3381 Mar del Plata)

Presentarán el libro Joaquín Correa y Celia Coido

Lee: Gabo Ferro


Si el clima nos acompaña se realizará en el parque (no es el bosque finlandés, más bien jazmines bonaerenses)

jueves, noviembre 05, 2009

Juan Incardona en Mar del Plata


Juan Incardona estará el viernes 6 de noviembre en Mar del Plata, justo cuando acabo de terminar su libro El campito. Había leído un muy interesante cuento suyo en Un grito de corazón, así que tomé la novela esperanzada de encontrar la misma estética y no me defraudó. Con los mismos trazos que en un cuadro de Santoro, Incardona retrata un pueblo peronista mítico, parecido al de Gamerro en La aventura de los bustos de Eva. Es decir, más allá de la política de las altas esferas, el sentimiento de fidelidad incondicional en la clase trabajadora a Perón y Eva expresado en una serie de mitos domésticos y colectivos. E igual que Gamerro o Santoro, Incardona introduce un elemento hiperbólico, absurdo, delirante. De esta manera el señor Carlitos, linyera acompañado por un gato montés, accede a los barrios ocultos del peronismo. Una serie de extraños lugares creados por la CGT por orden de Eva Perón, pensados para defender al peronismo si este era puesto en jaque por la oligarquía. Como si el tiempo estuviera detenido, o estancado a las orillas del Richuelo que circula estos barrios, aparece el Esperpento, monstruo creado por los gorilas para azotar estas poblaciones. Entonces, el pueblo peronista se reúne, con las armas que le dejara la Señora, para defenderse de los opresores. Un pueblo conformado por enanos a causa de las mutaciones genéticas que produce el contaminado río La Matanza, Riachuelito, la changuisenda, unas censistas peronistas que viven en un barrio cerrado a los hombres, coexisten en este libro delirante que concluye en la batalla final en torno al Mercado Central.

Ahora bien, de la misma manera en que yo consumo compulsivamente este tipo de literatura, entiendo a quienes no simpatizan con ella. En un artículo aparecido el 26 de septiembre en Ñ, Esteban Schmidt analiza el fenómeno de la literatura neoperonista y diagnostica:

“La poética sacrificial del matrimonio Kirchner proyectó un peronismo friendly que excitó a nuestra juventud letrada, esclava de los significantes, y generó un marco performador para su desarrollo evolutivo. Pero, infelizmente, una pobre imaginación se deriva de las altisonancias invasivas que atontan. Y asumiendo la identidad peronista vía Néstor se fumaron cualquier salvedad sobre el peronismo ancho y largo, con sus mojones de la triple A, del petiso Alderete, para ahogarse con la neblina populista de Leonardo Favio y Daniel Santero, el pintor, ancien regime reverenciado, abejas reinas de las mieles justicialistas, de los primeros cinco años del peronismo, de cuando Eva Perón se volvió madre absoluta, figura descollante y lírica que tanto regalaba una cocina como un marido, una combinación que divierte a estas eminencias, prendados infantilmente del bizarrismo peronista, la excepcionalidad argentina.”

Para demostrar su punto Schmidt cita pasajes de Escolástica peronista de Carlos Godoy:

“Mandar escabeche en una

encomienda

a un hijo que está lejos
es peronista.”

Y lo curioso es reconocerme en la descripción, considerarla fiel y plausibles los motivos alegados. Y sin embargo, que esto no logre mitigar mi gusto por esta literatura. ¿Por qué? Porque creo que en el fondo la dicotomía peronismo/ antiperonismo sigue vigente. Por supuesto que libros como el de Incardona remiten a arquetipos que dejan afuera montón de datos de la política, la economía, la sociología, la historia, la estadística, pero remiten a estructuras de sentir enfrentadas, dicotómicas, ante las cuales no nos podemos mantener indiferentes.
Yo crecí en una familia cuya rama paterna era tan peronista como antiperonista la materna. De esta manera, viví la ilusión de no tener que optar, en la fantasía de poder comprender el peronismo de un abuelo (que trabajaba en una fábrica inglesa, por lo que el peronismo supuso para él no sólo una mejora en sus condiciones de vida, sino también el acceso a un cierto grado de dignidad en el trato con sus empleadores) tanto como el antiperonismo de mi otro abuelo (socialista, que trabajaba en la universidad y tuvo que afiliarse al PJ para no perder su trabajo).

Pero mientras leía Resistencia e integración de Daniel James, repentinamente, entendí. O justamente, dejé de entender. Frente a un hombre que contaba su biografía laboral: el ninguneo de los trabajadores antes de que Perón estuviera al frente de la Secretaría de trabajo, los cambios gigantes durante los gobiernos justicialistas, y la espantosa derrota, desmoralización y resistencia arriesgándolo todo luego del golpe del ’55, sentí tanto cariño por ese hombre y por todos los que habían sufrido como él que me puse a llorar. Sentimientos estos que sólo se fortificaron con otras lecturas históricas y literarias. Por supuesto que Operación masacre, La pasión según Trelew y Santa evita fueron mojones fundamentales, pero en la actualidad leo con avidez textos más ácidos desde el escepticismo posmoderno como La aventura de los bustos de Eva y La vida por Perón.


Es decir, el médico puede diagnosticar una adicción, interpretar sus causas, mas no por ello curarla.

martes, noviembre 03, 2009

Remeras Felipe Gimenez


Felipe Giménez ha plasmado su obra en remeras para grandes y chicos; y también en vestidos, que tenemos el placer de tener en el local, además de un hermoso cuadro de su autoría.



jueves, octubre 22, 2009

Sylvia Plath y Janet Malcolm. El arte de morir y el arte de la biografía

¡Qué bueno que es leer un libro inteligente! Y eso es lo que nos ocurre al tomar La mujer en silencio de Janet Malcolm, interesantísimo ensayo sobre Sylvia Plath y Ted Hughes. El libro, más que intentar entender la compleja relación entre ambos, historia la vinculación entre los herederos de Sylvia Plath y sus biógrafos. Y al hacerlo trabaja muy agudamente sobre los límites de la profesión del crítico literario, el periodista y el biógrafo.

Sylvia Plath fue una americana casada con el poeta inglés Ted Hughes. En algún momento proyectó la imagen del ama de casa y madre feliz que también escribía, pero que ante la infidelidad y abandono de su marido se suicida metiendo la cabeza en el horno, en tanto dejaba la merienda preparada a sus hijos. Posteriormente, otras imágenes vinieron a complejizar este cuadro: el intento de suicidio a los veinte años, su contradictoria relación con la figura de un padre muerto tempranamente y el difícil vínculo con su madre. Y también el carácter posesivo y fuerte, así como la lucha por desnudar su verdadera personalidad. Estos datos confrontados fueron forjando imágenes encontradas: tanto la mujer perfecta mártir, como un icono del feminismo, una poetiza fuerte con una obra compleja, una escritora menor cuyo trágico final y escándalos por los derechos de los escritos suscitaron una atención más morbosa que literaria.

En cualquier caso, lo que seguro pinta con claridad la imagen de Plath es un clima de época previa al feminismo en el que una mujer como ella intentaba desarrollar una carrera y un sentir acatando las convenciones y con una vinculación compleja con el mundo masculino. Mundo de hombres representado en primer lugar por su padre, pero configurando un modelo dentro del que está incluido Hughes:


Siempre te he tenido a ti
Con tu Luftwaffe, con tu glugluglú,
Y tu recortado bigote
Y tu ojo ario, azul celeste.
Hombre-panzer. Oh, tú...

No Dios, sino una esvástica
Tan negra que ningún cielo podría cernirse.
Toda mujer adora a un fascista,
la bota en la cara, el brutal
brutal corazón de una bestia como tú.

De pie estás en la pizarra, papi,
En la fotografía que tengo de ti,
Una hendidura en la barbilla
En vez de en tu pie.
Pero no menos demonio por eso, no,
No menos que el hombre de negro.

Que puso freno a mi lindo y rojo corazón
Tenía diez años cuando te enterraron.
A los veinte intenté morir
Y regresé, regresé a ti
Pensé que hasta mis huesos volverían también.

Pero me sacaron de la talega
Y me reconstruyeron con goma.
Y entonces supe qué hacer.
Hice un modelo de ti.
Un hombre de negro con aire de Meinkampf.

Amante del tormento y la deformación
Yo dije sí, sí quiero.
Así, papito, he terminado al fin.
El teléfono se arrancó de raíz,
Las voces ya no pueden carcomerme más.


He matado a un hombre, he matado a dos
Al vampiro que dijo ser tú
Y bebió de mi sangre todo un año,
Siete años si quieres enterarte,
Papito, puedes descansar en paz ahora.

Hay una estaca en tu negro, burdo corazón,
A los aldeanos nunca les gustaste.
Están bailando y zapateando sobre ti,
siempre supieron que eras tú
Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy.

A partir de esta fuerte poesía y la muerte trágica fue conformándose el mito de Sylvia Plath, al que contribuyeron una serie de libros sobre el tema. La posición de Ted Hughes y su hermana Olwyn –temible esfinge a la que tuvieron que enfrentarse todos los que, al querer escribir sobre Plath, necesitaban autorización para citar su obra o escritos privados¬ generaron un paradójico resultado. Al desear que no se hablara sobre el tema, quedaron como los villanos que intentaban ocultar sus fechorías, y al oscilar entre la censura a quienes escribían sobre Plath y la publicación por parte de ellos mismos de los diarios y la correspondencia, generaron una polémica sobre sí como guardianes de la obra. Lo inteligente del libro de Janet Malcolm reside justamente aquí: en el narrar con lucidez y gracia los diferentes encuentros con los protagonistas del mito de Sylvia Plath, y en esta descripción no obviar el factor del dinero. Dinero que cobró Hughes al publicar los diarios mutilados de Plath, plata que cobró Anne Stevenson en concepto de adelanto de derechos de autor por una obra que sintió que le dictaba Olwyn Hughes. Dinero que también percibieron las amigas cercanas que escribieron unas memorias que la defienden, el vecino de abajo que podría haberla salvado, o la crítica literaria feminista que sugiere que la poesía de Sylvia Plath tiene un carácter sexualmente indefinido. Otro detalle suspicaz es que Malcolm rechaza de plano la existencia de una biografía objetiva e imparcial. Al respecto dice:

“Escribir no es algo que se pueda hacer en estado de ausencia de deseos. La pose de la imparcialidad, la charada de la ecuanimidad, lo notable de una actitud de distanciamiento, nunca pueden ser más que tretas retóricas; si son auténticas, si al escritor no le importa de verdad que las cosas pasen de un modo u otro, no se sentiría motivado a representarlas.”

En este contexto, Malcolm se presenta más como una defensora de Ted Hughes y Olwyn que intentaron, de una forma en ocasiones contraproducente, preservar la intimidad de la poeta muerta y su familia contra las embestidas de la prensa morbosa. Cuestión en ningún sentido menor si tenemos en cuenta que el suicidio de la poeta se produce cuando sus hijos eran pequeños y su vida se vio jalonada por diferentes y dolorosas representaciones de su madre. El libro de Malcolm fue publicado en 1994, pero es significativo contar que uno de los hijos de Sylvia Plath se suicidó en el corriente año. No obstante la posición tomada, Malcolm hace bien de abogado del diablo, pues en la estructuración de su relato no dejan de mencionarse ciertos hechos e imágenes que contribuirían con la tesis opuesta: que Plath fue una gran poeta víctima de un entorno hostil. Por otra parte, los fragmentos de los poemas citados y su análisis nos dejan con ganas de más por su fuerza y su carácter anticipatorio. Por ejemplo, Malcolm nos cuenta la impactante lectura pública de Lady Lazarus meses antes de su muerte. Leerlos a la luz de los acontecimientos posteriores es sencillamente escalofriante por su mudo pedido de ayuda, por el carácter exhibicionista del acto del suicidio, por el sentimiento de predestinación:

Lo logré otra vez,
Me las arreglo —
Una vez cada diez años.
Especie de fantasmal milagro, mi piel
Brillante como una pantalla nazi,
Mi diestro pie
Es un pisapapel,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.
Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —
¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.
Pronto, muy pronto, la carne
Que la tumba devoró
Se sentirá bien en mí
Y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.
Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
Eso de aniquilarse cada década.
Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
Para verlos.
Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
El gran desnudamiento.
Damas y caballeros.
Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.
Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.
La segunda vez pretendí
Superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.
Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/
Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.
Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo
Retorno teatral a pleno día
Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
Y divertido:
'Milagro!'
Que me liquida.
Luego una carga a fondo
Para ojear mis cicatrices, y otra
Para escucharme el corazón –
De verdad sigue latiendo.
Y hay otra y otra arremetida grande
Por una palabra, por tocar
O por un poquito de sangre
O por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien HerrDoktor.
Bien. Herr Enemigo.
Yo soy vuestra obra maestra,
Su pieza de valor,
La bebe de oro puro
Que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.
Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00
Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.
Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.
Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.

Además de la honestidad con la que Malcolm trata el tema de la profesión del biógrafo como un entrometido en la vida ajena y al lector de biografías como un morboso, es también muy interesante el modo en que su escritura utiliza las analogías. Sus descripciones de los lugares y las personas son maravillosas porque además del detalle vívido logra la metáfora perfecta para el proceso de gestación de la obra. Así acompañamos a Malcolm en sus viajes en trenes y taxis por bibliotecas, casas y restaurantes entrevistándose con todos los que escribieron sobre Plath hasta llegar a su último encuentro con Trevor Thomas, el vecino de debajo de Sylvia que fue la última persona en verla con vida:

“Posteriormente, cuando pensé en la casa de Thomas (lo que hice a menudo; uno no se olvida fácilmente de un sitio así), se me aparecía como una especie de alegoría monstruosa de la verdad. Así son las cosas, decía aquel lugar. Así es la realidad inmediata, con toda su multiplicidad, azar, inconsistencia, redundancia, autenticidad. Ante el desorden magistral de la casa de Trevor Thomas, las casas ordenadas en las que vivimos la mayoría parecen mediocres y sin vida; igual, y en el mismo sentido, que las narraciones que se llaman biografías palidecen y se hunden ante la desordenada realidad que es una vida. También imaginé excitada que la casa es una metáfora del problema de la escritura. Todas las personas que se sientan a escribir no se enfrentan con una página en blanco sino con su propia mente abarrotada de detalles. El problema consiste en librarse de la mayoría de lo que hay allí. Llenar enormes bolsas de basura de plástico con el confuso revoltijo de cosas que se han reunido con el paso de los días, meses, años de vida y percepción de las cosas con los ojos, los oídos y el corazón. El objetivo es dejar un espacio donde unas cuantas ideas, imágenes y sentimientos puedan disponerse de tal modo que un lector quiera permanecer un tiempo entre ellos, más que huir, como yo había querido huir de la casa de Thomas. Pero esta tarea de limpiar la casa (de narrar) no es solamente trabajosa; es peligrosa. Existe el peligro de deshacerse de las cosas equivocadas; existe el peligro de tirar demasiadas cosas y quedarse en una casa demasiado vacía; existe el peligro de tirarlo todo. Una vez que se empieza a tirar, puede resultar difícil parar. Puede que sea mejor no empezar a hacerlo. Puede que sea mejor conservarlo todo, como Trevor Thomas, no sea que nos quedemos sin nada. El miedo que sentí en la casa de Thomas es primo del miedo que siente el escritor que no puede arriesgarse a empezar a escribir.”

Pero en cualquier caso, más allá del hallazgo del paralelismo, no es esto lo que le pasa a Malcolm, que construye un fantástico libro que no es ni una novela, ni una pieza de crítica, ni una biografía de Plath. Es una historia de la construcción del mito de la poeta suicida a partir de las semblanzas de quienes pusieron cada ladrillo. Y al hacerlo, Malcolm logra una imagen múltiple y compleja que tiene aquello de lo que carecen los anteriores escritos.

jueves, octubre 08, 2009

En el 1º piso de Sibelius...



Clases de artes plásticas: hoy trabajamos sobre historietas.


lunes, septiembre 21, 2009

Sibelius en primavera




Hasta al friolento Jean le llega la primavera. En Sibelius las cosas cada vez tienen más color.

jueves, septiembre 17, 2009

Link en Mar del Plata


El Grupo de Investigación "Literatura, Política y cambio" invita a una charla debate con Daniel Link. Presentan: E.H. Berg, N. Fernández y J. Correa
Viernes 18 de septiembre a las 18.30, en el aula 45 de la Facultad de Humanidades UNMdP (Funes 3350)


DANIEL LINK nació en la ciudad de Buenos Aires en 1959. Es escritor, crítico literario y profesor universitario. Ha dirigido suplementos culturales y revistas literarias, entre ellos, Radar Libros y Magazine Literario. En ficción ha publicado Los años 90 (2001), La ansiedad (2004), Montserrat (2006) y el libro de relatos La mafia rusa (2008). En poesía, La clausura de febrero y otros poemas malos (2000). En 2007 estrenó su obra de teatro El amor en los tiempos del dengue. Parte de su obra ensayística está compilada en los libros La chancha con cadenas (1994); Cómo se lee (2003); Clases. Literatura y disidencia (2005) y Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes(2006). Fantasmas. Imaginación y sociedad y Clases... son parte de una trilogía. Asimismo, ha editado y compilado El violento oficio de escribir (1995) y Ese hombre y otros papeles personales(2007), ambos de Rodolfo Walsh. Actualmente trabaja en un libro que lleva por título La lógica de Copi.

En esta ocasión estará presentando su libro Fantasmas. Sibelius y Eterna Cadencia armarán un stand donde se podrá conseguir el libro así como otros títulos de la editorial.

viernes, septiembre 11, 2009

Trueque Arte por juguetes



Una iniciativa original, divertida y solidaria permite acercar a los chicos al arte a la par que donar juguetes a familias que los necesitan. El encuentro será el sábado a las siete y media en La Normandina.

Evento a realizarse en La Normandina (Roca y la costa, Playa Grande)
Inauguración 12 de septiembre 19:30 hs.
Cierre 3 de octubre 15 hs.

jueves, septiembre 10, 2009

Carta a mi escritor de arriba de la mesa de luz

Estimado Ariel Magnus:

Cuando comencé a leer una novela epistolar unidireccional donde un escritor quisquilloso le pide a la vieja que vive arriba suyo que cambie los zapatos que utiliza porque le molesta su ruido, coincidí por un instante con mis amigos que me retan por leer literatura argentina contemporánea, malversando muchas horas de lectura que serían más provechosas con clásicos.

Pero a poco de empezar, la empatía me hizo continuar entretenida con la lectura. Cuando el escritor insulta y suplica a su vecina que se quite los zapatos porque no puede tolerar su sonido, llega al reconocimiento de que los ruidos, tal vez, le molestan más de lo normal. Glosa, entonces, escritos y anécdotas de famosos pensadores aquejados de la misma dolencia, así como el caso de un escritor que en un acceso de locura incendió el taller de motocicletas que se encontraba al lado de su casa. Y me agradó por la identificación con este pobre escritor, ya que si bien tengo casi resuelto el molesto tema de la ausencia de silencio en mi casa, padezco mucho los ruidos en mi trabajo ya que la librería se encuentra en una calle comercial ruidosa y cercada de gente maleducada. Todos mis conocidos saben que mi suplicio diario es el camión de La Serenísima que se queda media hora en la puerta del negocio, y aunque alegue que perturba porque es parte del servicio que suministra este local el hacer escuchar los discos a los clientes, lo cierto es que el ronroneo constante del camión me altera los nervios. Agradecí mucho que contara que el problema de las sonoridades molestas no se solucionó, siquiera, yéndose a vivir al primer mundo extremo: Alemania, porque yo a veces creo que parte de las molestias auditivas tienen que ver con el país de cuarta que ocupamos. Por suerte Magnus nos alumbra al comentar que en Alemania las máquinas para limpiar son muy ruidosas, siempre están arreglando algo, y toda la población tiende a la borrachera y a tocar instrumentos.

Igualmente, uno de los pasajes que más me agradó es cuando tutea a la vieja y confiesa, enloquecido y sincero, sus íntimas dolencias y dudas. Que los ruidos le impiden escribir aquella novela que lo sustraiga a la mediocridad de la escritura de su generación: una pandilla de nihilistas desencantados aún antes de una vivencia que amerite la desilusión. Una legión de cínicos que se burlan de lo profundo vislumbrado como cursi y de la buena escritura entendida como pedantería.

“Yo soy parte de una generación perdida a la que le queda poco y nada de tiempo para producir algo digno antes de que se la coma la próxima. Los milicos aplastaron las utopías de nuestros viejos y mi camada se dejó entonces convencer de que el éxito no era ni buscarlo ni tenerlo, por lo que nos quedamos incluso sin la experiencia del fracaso. Ya de purretes mamamos la caída de toda esperanza con el muro y por eso creímos estar de vuelta de todo, cuando lo cierto es que nunca nos habíamos movido de nuestro corralito. El peso pasó a valer lo mismo que el dólar y nosotros a creer que vivíamos en la misma ciudad que Seinfield y que sus problemas, banales cuando no falsos, eran también los nuestros. La política dejó de ser una actividad honrada y el compromiso social se transformó en algo cursi, cosa de maricas. Ni siquiera es que tomáramos muchas drogas, porque también de los hippies estábamos de vuelta. […] ¿Sabés lo que significa escribir en un clima como ése, donde cualquier contenido está mal visto, donde hablar de temas serios se ha transformado en una grasada y dónde el anhelo de grandeza es una condena al ridículo? Y no estoy hablando de que mi generación esté compuesta por una manga de frívolos oligofrénicos, no querida, lo nuestro es mucho peor, lo nuestro es un refinado nihilismo festivo, una eufórica apología del vacío, una parodia consciente del existencialismo. Tanto cinismo nos confiere aires de gente adulta, pero lo cierto es que llegamos a la comedia sin haber pasado por la tragedia y recién ahora, ya entrados los treinta, nos empiezan a ocurrir cosas trágicas ante las que no sabemos cómo reaccionar porque nunca aprendimos lo que significa que te pasen cosas en serio.”

¿Qué decirte Ariel? A mi el camión de La Serenísima ni siquiera me priva de un escrito triste, sino de la lectura de aquellas novelas cuyo contexto de producción mencionás y de la escritura de reseñas sobre ellas. Que ni siquiera aparecen en Ñ o en ADN, sino en pequeños medios locales o en el blog de la librería. Y aunque mi labor sea subalterna dentro de lo subalterno, aún me creo con la prerrogativa, como si fuera Kant o Shopenhauer, de enojarme con los trabajadores manuales que no comprenden la labor intelectual.

Después, mi estimado Magnus, la novela se va a la mierda con las supuestas respuestas de la vieja, el viaje a Moldavia y la imaginación de ser el nietastro de la verduga, demostrando los niveles de absurdo que pueden aquejar la creación de alguien sugestionado por un ruido enloquecedor. La espiral de la locura se respira en cada página, como temo que me pase a mí todas las mañanas en la hora del ronroneo del camión. Por eso, como un mantra reparador, me gustó mucho este pasaje en carta a la vieja desde Moldavia:

“Extraño por eso no estar debajo suyo para probarme que puedo desentenderme de su taconeo sin el auxilio de tapones o ventiladores, simplemente con la fuerza de la no sugestión, la misma que deberíamos aplicar para probarnos que el infierno no son los otros sino nosotros mismos, mientras no aprendamos a ignorarlos.”

Estoy terminando esta carta con el camión verde y blanco frente a mis narices, tramando venganzas sutiles o dementes (ya he perpetrado algunas sin resultados positivos), mientras pienso que Cartas a la vecina de arriba me gustó mucho porque, igual que en otros trabajos de Magnus como Un chino en bicicleta y Muñecas, se resigna el gran relato serio, pero logra esbozarse idiosincrasias y manías con un humor que me encanta.

martes, septiembre 08, 2009

Navegar el dolor



Acabo de terminar de leer Aquarium de Marcelo Figueras y con las pestañas aún húmedas les cuento que es una novela fantástica. Figueras cuenta la historia de amor de Irit y Ulises, que es bien peculiar y conmovedora. La mujer de Ulises escapa de Argentina llevándose los hijos de ambos. Ulises, desesperado, llega a un Israel violento y hostil intentando recabar información sobre el paradero de sus chicos a cualquier costo.

En un incidente callejero, de los que ocurren tantos en un escenario donde cualquiera puede ser el enemigo, conoce a Irit que es una artista que trabaja en un centro de niños palestinos huérfanos. Sin siquiera poder comunicarse en una lengua común, se dan a un amor sin condiciones ni reparos. Irit ayuda a Ulises a buscar a sus hijos, Ulises ayuda a Irit a recuperar la idea de estar con un hombre que no sea un soldado. Figueras sugiere que en gran medida la pureza de la relación está dada por la ignorancia de las lenguas, por lo primitivo del encuentro, justamente en un lugar donde el otro siempre es enemigo:

“Ulises e Irit no podían malentenderse como los Franz y Sabina de Milan Kundera, porque ni siquiera compartían un lenguaje. La falta de este código en común les jugó a favor, evitándoles el peligro de esclavizarse a las palabras. En consecuencia su relación equivalía a la exploración de un territorio nuevo, sobre el que avanzaban sin reaseguros.”

Y como telón de fondo, Figueras nos pinta el paisaje de un Israel violento, paranoico, cercado por una comunidad musulmana empobrecida y despojada en la que los niños se enfrentan a los soldados con fusiles armados sólo con piedras. Un lugar demente que arrastra a todos. Un sitio que sólo podrá cambiar a partir de gente que decida mirar las cosas de forma diferente, como Irit que con su corazón demasiado grande, logra encontrar la belleza dentro del espanto y paga las consecuencias.

Figueras, además, construye pacientemente con pequeñas cuentas brillantes un relato tan sencillo como variado. La mentalidad de un psicólogo que al trabajar con los presos ha quedado cautivo de su lógica, las ideas de una artista cuya forma de moldear los materiales quedó signada por la lectura de un poema de Bishop, la analogía entre el desierto y el mar, un acuario como lugar de encuentro y entendimiento entre dos viudeces, un niño que ha perdido y encontrado todo, y un narval de belleza desconcertante. Danny –un niño huérfano del que no logran determinar la etnia– condensa las imágenes de dolor y fragilidad expresadas fragmentariamente en la historias de Irit y Ulises y Miriam y David. En la escena del acuario cristalizan todos los fragmentos compuestos en un momento de gran belleza y potencia dramática:

“Sentada en el banco obtiene una perspectiva (Danny diminuto, el cristal azul, el narval que parece flotar en el aire) que le hace lamentar su olvido de una cámara de fotos. […]

Precioso niño, oye que le dicen.

Su interlocutor es el viejo elegante con quien comparte el asiento. […]

La mayor parte de los niños grita de miedo, dice el viejo. Perturbados por formas y proporciones desconocidas, por la superposición de elementos que nunca han visto juntos: ese cuerpo sin aleta dorsal, esas manchas, ese cuerno. Otros golpean el cristal para llamar la atención. Con los puños, con monedas: un ruido horrible y agresivo. En cambio este pequeño se permite contemplar. Es un don raro en esta sociedad que nos acostumbra a tenerlo todo chasqueando los dedos. Hay algo sagrado en aquel que espera. Mientras el resto se ocupa de sus afanes, verá cosas que nadie ve.”

En Figueras la experiencia inmediata marca de forma insoslayable y honesta. El autor cubrió periodísticamente la segunda Entifada, de allí surge el conocimiento de un escenario (no sólo geográfico, sino esencialmente humano) y un conflicto a partir de la ecuanimidad en la comprensión del absurdo que supone toda guerra. Por otro lado, una serie de lecturas y músicas eclécticas conforman el espectro de referencias y sensibilidades. Trabaja con canciones de Brel, historias de Murakami, Kundera o Salinger… Un material diverso como el que utiliza la escultora para plasmar todas esas cosas terribles que quiere expresar. Pero uno de los elementos que más me gustó –porque era lo desconocido dentro de un territorio simpático por conocido– está la poesía de Elizabeth Bishop, que comparto con ustedes más abajo por si nos hermanamos en la ignorancia. Lo interesante es la forma en que Figueras trabaja con el proceso de construcción del poema, la manera en que se canalizan los procesos artísticos (no arrebatos inspirados, sino producto de una minuciosa tarea de preparación en la que se seleccionan elementos) y la analogía con la forma de elaborar los duelos.

“Navegó el dolor a sabiendas de que llegaría a alguna orilla, tarde o temprano. Con un poco de suerte arribaría a la aceptación que le transmitía One Art. No quiso apresurarse, todavía era novata en el arte de la pérdida; con el tiempo llegaría a practicarlo con algo parecido a la elegancia.”

One art
Elizabeth Bishop (EEUU, 1911-1979)

The art of losing isn't hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn't hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother's watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn't hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn't a disaster.

-- Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan't have lied. It's evident
the art of losing's not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.


Un arte

El arte de perder no es muy difícil;
tantas cosas contienen el germen
de la pérdida, pero perderlas no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la inquietud de perder
las llaves de las puertas, las horas malgastadas.
El arte de perder no es muy difícil.

Después intenta perder lejana, rápidamente:
lugares, y nombres, y la escala siguiente
de tu viaje. Nada de eso será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre. ¡Y mira! desaparecieron
la última o la penúltima de mis tres queridas casas.
El arte de perder no es muy difícil.

Perdí dos ciudades entrañables. Y un inmenso
reino que era mío, dos ríos y un continente.
Los extraño, pero no ha sido un desastre.

Ni aún perdiéndote a ti (la cariñosa voz, el gesto
que amo) me podré engañar. Es evidente
que el arte de perder no es muy difícil,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.

martes, septiembre 01, 2009

Intoxicación con el pasado

Un dolor de cabeza espantoso me acometió al regreso de un viaje. Lo atribuí al exceso del ocio: a la comida, la calefacción, el dormir. Cuando muchas horas después de comer liviano, Ibupirac, sueño y retorno a la rutina, el dolor no había cesado... comencé a pensar en una intoxicación. Revisé minuciosamente lo que había comido para concluir que nada podía haberme hecho mal. Mi dolor de cabeza era tan espantoso que ni siquiera podía leer, y tuve que abandonar la novela que había empezado golosamente al iniciar el viaje. Se trataba de El pasado, de Alan Pauls.

Mi relación con los libros de Pauls fue como un rodeo para llegar al centro. Leí Wasabi impactada por la frase perfecta y la brillantez para contar el mundo sentimental, aluciné con La vida descalzo, unas memorias de veraneos que parecen llevar en sus hojas ese aroma de playa mezcla de Rayito de sol, salitre y transpiración, me fasciné con Historia del llanto con pasajes que me hicieron reír hasta las lágrimas que no conseguía el protagonista, y admiré la perfección de El efecto Borges.

Leía a Pauls, pero siempre con la conciencia de estar eludiendo la obra más importante. Y sabía que la esquivaba no porque me acobardaran sus más de quinientas páginas, sino porque el instinto de supervivencia me animaba a eludir un libro que no me tocaba de costado. Pero claro que el morbo y la falsa creencia en mi fortaleza emocional me hicieron llevar el libro a mis vacaciones y leer de un tirón sus primeras doscientas páginas. La manera en que Pauls habla de las relaciones es tan contundente que alarma. En sus parrafadas absurdas, donde un paréntesis sobre la enagua que asoma por debajo de la pollera de la amante del padre de su exnovia abre un recuerdo sobre la maestra de cuarto grado que se extiende por veinte páginas y nunca retorna a su punto de inicio, existe una lógica inexorable sobre lo que se quiere contar. La ruptura de una relación muy larga no sólo acarrea la pérdida de la persona amada (reemplazable, tal vez, por otro cuerpo, otro olor, otras locuras) sino que nos enfrenta al peso mismo del pasado plagado de recuerdos.

Llegada a este punto de suspensión de la lectura por el dolor atroz que me impedía pensar con lucidez el presente, aunque me permitía intuir alguna que otra evidencia, caí en la cuenta de que estaba intoxicada de El pasado. Que sus párrafos eternos y dolientes habían producido un empacho como si de docenas de Havanetes se tratara. Pero claro, ¿cómo renunciar al final de la historia de amor entre el desalojado de voluntad Rímini y la obsesiva Sofía? No. Y convaleciente de mi dolencia, mientras las puntadas tras los ojos continuaban, retomé la novela.

Por suerte el libro decae en intensidad después de la primera mitad. Luego de una maestral introducción en la que Pauls nos narra un amor perfecto y mimético, su final, algunas hipótesis sobre este, y el patetismo de un Rímini que con tal de no enfrentarse a Sofía, recurre a la compulsión de su trabajo como traductor, la adicción a la cocaína y la masturbación y el cautiverio de una novia enferma de los celos que mantiene a raya el pasado; el libro pasa a una fase confusa plagada de exageraciones en la que Rímini pierde su don con las lenguas, se transforma en padre de familia y pierde todo, se encierra en el departamento de su padre a auto compadecerse, se transforma en entrenador de tenis y va preso por robar un cuadro. Lejos de encontrar en este pasaje un estancamiento, yo creo que es una tregua hacia el lector, porque si Pauls hubiera seguido su relato corrosivo de certezas como en las primeras páginas se hubiera transformado en un libro odioso. Así, la dosis de ficción de un Rímini perdido en San Pablo, con una amante vieja con plata, las peripecias de un cuadro de Rieltse permiten que sea una novela con la cuota necesaria de sinsentido que nos permita reponernos para el final.

Sobre el desenlace el dolor de cabeza retorna recrudecido, pero lo combato a puro migral para terminar una de las novelas más terribles de la literatura argentina reciente con efectos devastadores sobre la vida del lector. Un libro que te arrastra, te cachetea, te enferma y te indigna. Cómo ser Rímini y Sofía y vivir EL amor, pero como –por favor– nunca ser ellos: obsesivos, aferrados a un par de cajas de fotos viejas, inhallables para sí sin el otro, desangrados por sus propios sentimientos.

viernes, agosto 28, 2009

Talleres de plástica

En Sibelius nos proponemos utilizar de forma más interactiva nuestro espacio, es por ello que a partir de septiembre comenzaremos con actividades. La primera de ellas es un curso de artes plásticas para niños a cargo de la ilustradora Silvana Pérez.



Talleres para chicos de 5 a 10 años
dictados por Silvana Perez

Martes y jueves
de 18:00 a 19:15 hs.


Informes:
sibeliuslibros@gmail.com y silvanaperez_dx@yahoo.com.ar

lunes, julio 27, 2009

Una nota en Ñ que me gustó

Testamento apócrifo

por Andrés Neuman

Manuscrito encontrado entre los papeles del popular novelista austronorteamericano Edgar Franz Milton, redactado horas antes de lanzarse a las vías de un tren de alta velocidad en Boston:

40 cosas que prometo no hacer en mi próxima vida de escritor.

1. Enumerar en mis notas bibliográficas, como si fueran un mérito literario, los oficios humildes que he desempeñado.

2. Afirmar rotundamente que, en vez de aspirar a un pequeño lugar en la literatura, escribo contra el Poder o el Pensamiento Único.

3. Redactar novelas cortas con párrafos de una línea.

4. Despotricar contra el mercado de la televisión, en los periódicos, en la radio, en Internet, en los congresos, en todas mis entrevistas.

5. Buscarme culpablemente en las estanterías cada vez que entro en una librería. Es muchísimo mejor hacerlo sin culpa.

6. Rematar mis relatos con la frase: “Entonces comprendió…”

7. Convertir los premios literarios en mi mayor obsesión, bien intentando ganarlos o bien repudiándolos mientras no los gane.

8. Leer las solapas sobre los autores antes que las primeras líneas de sus libros.

9. Omitir fecha de nacimiento en las solapas de mis obras (si soy una mujer) o incluir una foto de mi lejana juventud (si soy un hombre que ha pasado los 50).

10. Llamar aduladores a los admiradores ajenos, y compañeros de estética a mis aduladores.

11. Intercambiar ejemplares esmeradamente dedicados con colegas a quien jamás he tenido la intención de leer.

12. Preguntarle a un colega: “¿Qué tal va tu libro?”, cuando lo que deseo averiguar es si ha vendido más ejemplares que yo.

13. Referirme a las críticas negativas con abominables eufemismos como reseña rara.

14. Sostener que los críticos que no me elogian en realidad no han leído mis libros o lo han hecho demasiado rápido.

15. Deslizar en mi currículo insufribles petulancias del tipo: “al margen de las modas y tendencias imperantes”, como si los demás escritores, excepto yo mismo, aspirasen a ser gregarios.

16. Hojear los suplementos literarios con la esperanza de encontrar consoladoras reprobaciones de libros ajenos, para disimular que llevo semanas, meses, años, sin escribir algo decente.

17. Insinuar que mi obra ha sido exitosamente editada en múltiples países cuando, para ser exactos, unas cuantas revistas extranjeras me han publicado algún poema.

18. Calcular paranoicamente la edad de mis contemporáneos.

19. Alabar el diseño de un libro para no hacer escarnio de su escritura.

20. Perpetrar antologías y declaraciones que mi único criterio ha sido la calidad.

21. Denunciar el exceso general de publicaciones mientras promociono mi duodécima novela.

22. Hacer elogio místico de autores que publican muy poco, si yo soy precisamente uno de ellos.

23. Abusar de las drogas mientras corrijo o mientras reviso pruebas de imprenta.

24. Escribir diarios sobre la vida social de los escritores.

25. Publicar diarios sobre la vida social de los escritores.

26. Reseñar diarios sobre la vida social de los escritores.

27. Señalar enigmáticamente en mis biografías: “ha sido traducido a más de seis idiomas”, insinuando que dichos idiomas podrían ser veinticinco o quizá seis y medio.

28. Comenzar mis conferencias agradeciendo a más de cinco personas durante más de cinco minutos.

29. Concluir mis conferencias pronunciando “muchas gracias” antes de que el público aplauda, como dando por hecho que seré ovacionado.

30. Describir emotivamente la amistad que mantuve con escritores difuntos a quienes desprecié en vida.

31. Descalificar a los escritores consagrados manifestando sistemáticamente que sus primeros libros me parecían mejores.

32. Pretender que los jóvenes escriban como yo.

33. Evitar que los jóvenes escriban como yo.

34. Echarle la culpa a la gente de todas mis ambiciones.

35. Escribir libros malos y críticas impecables.

36. Hablar de los editores como si fueran nuestros enemigos.

37. Hablar de los editores como si fueran nuestros amigos.

38. Pensar en los lectores antes que en los personajes.

39. Intentar incluir mis enfermedades o intentos de suicidio entre mis principios estéticos.

40. Recurrir a heterónimos, alter egos o apócrifos cuando desee ser sincero.


Me tomo el trabajo de copiar este artículo aparecido en Ñ el sábado pasado por si no lo vieron y para que me quede en la compu (ya se sabe que las revistas y suplementos ocupan lugar y molestan, y nunca encontrás lo que querés cuando lo necesitás o simplemente querés volver a leerlo) porque este artículo me pareció maravilloso porque, aún sin el punto 40, es evidente que Neuman encara una autocrítica a él y a su medio con bastante sinceridad y humor.

domingo, julio 12, 2009

La familia deforme

Venturini, Aurora: Las primas, Mondadori

Las primas son cuatro personajes bien curiosos. La protagonista, Yuna, tiene un retraso leve, pero es profundamente talentosa en las artes plásticas. Su hermana, Betina, tiene un retraso severo, además de una deformidad física. La madre de ambas es una estricta maestra de puntero. Su padre se ha marchado, seguramente agobiado por sus dos hijas retrasadas. La hermana de la maestra se ha casado con su primo y han tenido dos hijas: Carina es estúpida, pero inocente y buena. Petra es enana, pero muy lista, tal vez demasiado. Además, hay una tía insoportable, un profesor de plástica pervertido, dos tíos lumpen, una novia traidora y un italiano enriquecido. Y todos viven en las afueras de La Plata a mediados en la década del ‘40, en una arrabal pobre y en una sociedad marcada por los tabúes y prejuicios que hacen complicada la vida de una mujer.

Estos curiosos personajes viven una vida agitada jalonada por embarazos no deseados, abortos, velorios cómicos, prostitución, casamientos forzados, un horrendo crimen y varias comilonas. Y todos estos curiosos acontecimientos son narrados por Yuna, quien pese a sus limitaciones hace un esfuerzo por mejorar e integrarse al mundo. Así accedemos al curioso mundo interior de una pintora nacida en un hogar humilde, con una familia que no favorece su vocación y una poderosa sensibilidad.

Las primas es un libro esencialmente femenino. Habla de la complejidad de vivir la sexualidad en un mundo marcado por el silenciamiento de este tema. Mujeres que llegan al matrimonio sin saber qué es el sexo. Chicas que llegan a un aborto porque hombres brutales se abusan de su inocencia, y a la muerte como consecuencia de los abortos clandestinos de las familias pobres que inducen a las chicas a realizarlo para escapar al estigma de tener una madre soltera en la familia. Hijos malformados por ser concebidos por mujeres que copulan con hombres borrachos o con enfermedades venéreas. Los estereotipos masculinos son pobres o vergonzosos. Estas mujeres están solas frente a la desgracia de la pobreza, la maldad, la libidinosidad. Pero también tienen sus herramientas para vengarse: así Petra venga muy bizarramente a su estúpida hermana Carina, ya que el papero había abusado de ella. Pero estos temas que podrían estar planteados de forma triste y desgarradora adquieren en este curioso libro un rango no dramático y no exento de humor.

El concurso de novela de Página /12 generó una gran sorpresa en su prestigioso jurado. Cuando Juan Boido, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain descubrieron una obra tan original, lo menos que esperaban era encontrarse con una señora de ochenta y cinco años. Claro que con una vida bien curiosa e interesante, porque Aurora Venturini estudió Filosofía y Ciencias de la Educación en La Plata cuando las mujeres que realizaban una carrera universitaria eran poquísimas. Trabajó en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor donde conoció a Eva Perón, de quien se hizo amiga y con quien trabajó cercanamente intentando mejorarle la vida a la gente. Cuando llegó la Revolución Libertadora Aurora se exilió en París en donde conoció a los existencialistas. Estuvo casada con el historiador Fermín Chávez quien falleció recientemente. Además Aurora, quien evidentemente es amiga de hablar sin tapujos, ha declarado que Las primas es una novela esencialmente autobiográfica. Esto es, que tanto su hermana como ella tuvieron diferentes formas de retardos, que su padre perdió todo porque era jugador y abandonó a su familia, que su madre era una maestra severa que raramente mostraba amor fraternal, que en su familia primaron siempre los valores hipócritas de una familia venida a menos. Que en reacción a esa actitud, seguramente, fue que ella se hizo peronista. Y también que ese mundo machista de maltrato a las mujeres fue el que ella respiró.

Aurora Venturini retrata un mundo de lo horrible, lo deforme, del estigma y lo hace con sentido del humor y también con una mirada esperanzadora de quien luchó contra sus propias deficiencias y ayudó a los demás a hacerlo.

miércoles, julio 08, 2009

Lloraría

Me encantó el libro de poemas de Sergio Bizzio Te desafío a correr como un idiota por el jardín. Si el libro viniera vacío, ya sólo por su título merecería un lugar en la biblioteca. Pero su contenido es aún mejor, ya que Bizzio nos ofrece unos poemas por demás tristes, desencantados, autocríticos. Plagados de imágenes raras,poco comunes y sugerentes.

El primer poema del libro, "Las ruinas del ánimo" dice:

Un mono le mira la cola a otro mono.
Dónde llegaremos es cosa que no me importa,
pero salir de aquí lo antes posible
me agobia, esa idea me aplasta.
- ¿Escuchabas?
Los pajaritos pían como gallinas.


Pero, seguramente, el mejor poema es el que cierra el volumen. "Lloraría" es un poema largo, que me permito también citarles extensamente:


¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).

¡Lo bien que haría!

¿Pasarme el día encerrado
escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?

¡Si me va tan bien cada vez que salgo!

La gente es feliz "por momentos"
y con "pequeñas cosas cotidianas".
¿No es para llorar?

[...]

Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por lo que perdí, por lo que evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!

[...]

- Volvé, volvé, por favor, vení...
Son las tres de la mañana
aunque el reloj indica que es mucho más...
Amanece
Escribí.
No lloré.
Y con la suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.

sábado, julio 04, 2009

Concurso literario (divertido)





Para festejar un año más de www.graduadosletrasmdp.blogspot.com , y en agradecimiento por el intercambio continuo con todos los que nos escriben y visitan la página desde 2006, lanzamos un nuevo concurso con suculentos y tentadores premios.
En el 2007 presentamos el concurso “Fragmentos de novelas”, en el que debían descubrir los títulos y autores de algunas obras a partir de sus primeros párrafos. “¿Quién es quién?”, la propuesta del año pasado, premió a los fisonomistas que reconocieron las imágenes de varios escritores del siglo XX.
Este año pensamos en algo diferente. Muchos de nosotros nos dedicamos a leer y corregir textos ajenos y a pensar consignas para que otros escriban. Pese a que elegimos la carrera porque nos gusta la literatura, poco es el tiempo que le podemos dedicar fuera del trabajo.
Por eso este año el concurso se trata de ponernos del otro lado: más abajo encontrarán una consigna que pondrá en juego las ganas de escribir y la pasión por leer. Premiaremos los textos más ingeniosos, audaces, creativos, incisivos, intimistas, profundos, testimoniales, simpáticos, provocadores, comprometidos, obscenos, reflexivos, bien escritos; en realidad... los que nos gusten más...

¡Allá vamos!

posted by Graduados Letras at 11:27 AM | 0 comments
La consigna

“Personajes en fuga”

Escapando de los lectores modelo y autores empíricos (que, en cualquier caso, igualmente han muerto), desafiando el horizonte de expectativas de imaginarios culturales diversos, evitando los rigores de la estructura actancial prevista en la trama, haciendo uso de su derecho adquirido a la polifonía, huyendo de los avatares de una hermenéutica peligrosamente teorizada y perdidos entre los rizomas de los estudios culturales, desconstruidos, ya, por lectores ávidos de cooperar con el texto, los personajes aprovecharon los intersticios de obras abiertas llenas de blancos textuales y se dieron a la fuga. Sentados cómodamente (y durante horas) en un bar de la facultad (previo acuerdo vía Facebook) buscan nuevas historias que los tengan como protagonistas.

Escriban un texto de hasta mil palabras que reúna dos personajes de la siguiente lista. Debe tener título y seudónimo (para su publicación en la página). Los esperamos por correo electrónico (graduadosletras@yahoo.com.ar)hasta el 4 de agosto.

Oliveira (Rayuela, Cortázar) - Úrsula (Cien años de soledad, García Márquez) - Penélope (Odisea, Homero) - Rascolnikov (Crimen y castigo, Dostoievsky) - Gregorio Samsa (La metamorfosis, Kafka) - Cándido (Cándido, Voltaire) - Juan Salvo (El eternauta, Oesterheld) - Nora (Casa de muñecas, Ibsen) - Ignatius Reilly (La conjura de los necios, Toole) - Bartleby (Bartleby, el escribiente, Melville) - Juan Pablo Castell (El túnel, Sábato) - Holly Golightly (Desayuno en Tiffany´s, Capote) - Daniel Hernández (Variaciones en Rojo, Walsh) - Esteban Dedales (“Dublín al sur”, Blaisten) - El niño argentino (El niño argentino, Kartun) - Ireneo Funes (“Funes, el memorioso”, Borges) - Sancho Panza (Don Quijote de la Mancha, Cervantes) - Emma Bovary (Madame Bovary, Flaubert) - Etchenike (Manual de perdedores, Sasturain) - Padre Brown (El candor del Padre Brown, Chesterton) - Alfonso Fernández (Tinta roja, Fuguet) - Marlowe (El halcón maltés, Chandler) - Viejo Vizcacha (Martín Fierro, Hernández) - Rey Lear (Rey Lear, Shakespeare) - Erdosain (Los siete locos, Arlt) - Cathy (Cumbres Borrascosas, Brönté) - Doña Bárbara (Doña Bárbara, Gallegos) - El Señor Jourdain (El burgués gentil hombre, Moliere) - Watson (Sherlock Holmes, Conan Doyle) - Daniel Quinn (Ciudad de cristal, Auster) - Juan Preciado (Pedro Páramo, Rulfo) - Arturo Belano (Los detectives salvajes, Bolaño) - Camilo Canegato (Rosaura a las diez, Denevi) - Segismundo (La vida es sueño, Calderón de la Barca) - Molina (El beso de la mujer araña, Puig) - Biasutto (Ciencias morales, Kohan) - Artemio Cruz (La muerte de Artemio Cruz, Fuentes) - Jean-Baptiste Grenouille (El perfume, Süskind) - Algernon (La importancia de llamarse Ernesto, Wilde) - Carlos "Cacho" Fracassi (Carrera y Fracassi, Guebel) - Yocasta (Edipo Rey, Sófocles) - Sherezade (Las mil y una noches) - Don Pablos (El Buscón, Quevedo) - Oki (Lo bello y lo triste , Kawabata)


Los premios: libros y música de Sibelius, órdenes de compra en Cultura y Copycap, remeras Métrica...


viernes, mayo 29, 2009

Un Kawabata en los márgenes

Kawabata: En el lago, Emecé.

Kawabata es un escritor sorprendente en su capacidad de aunar la belleza estética con la profundidad en las reflexiones. Uno de los títulos de sus novelas define su concepción de forma sintética y conmovedora: Lo bello y lo triste. No obstante, esta cosmovisión se ve ligeramente trastrocada en la última novela que ha reeditado Emecé. En En el lago, lo bello y lo triste coexiste con lo extraño, lo desviado y enfermo.

De esta manera aparece un protagonista tan desagradable como Gimpei, profesor de escuela que se dedica a perseguir jovencitas. La relación que entabla con una de ellas motiva la cesación en el cargo, pero lejos de alejarse del placer malsano por el acoso, el caer en desgracia refuerza su perversión. Gimpei es un hombre extraño que pierde a su padre tempranamente, vive obsesionado por una prima mayor que lo considera inferior socialmente, abandona a su hijo y sobrevive a la guerra. Un hombre apocado y de pies deformes que lo hacen sentir repulsivo.

“…¿no estaba relacionado con esa fealdad el hábito de perseguir mujeres, puesto que eran sus pies los que se ponían en acción? Se sorprendió con ese pensamiento.¿Era la fealdad de una parte de su cuerpo lo que clamaba por la belleza y la anhelaba? ¿Era parte del plan divino que unos pies horribles persiguieran mujeres bellas?”

A medida que sus pies deformes persiguen jóvenes bellas nos vamos adentrando en las historias de sus perseguidas: Una chica hermosa que ha malogrado su juventud siendo la amante de un viejo, y las dos extrañas asistentas que viven con ella; una pareja de novios a la que los padres le han prohibido verse, una adolescente tan ingenua como inteligente que se le entrega mansamente. Así se entretejen una serie de historias en el duro Japón de posguerra. La decadencia de familias adineradas antaño, la pérdida de los seres cercanos, el radical cambio de vida son los temas, de acuciante actualidad, que trataba Kawabata en la inmediata posguerra.

Este libro apareció por entregas en la revista "Shinco" en 1954, y al año siguiente se publicó con el formato de novela sorprendiendo a sus propios seguidores. Muchos no pudieron comprender el viraje hacia lo siniestro de Kawabata, aunque en mucha de su obra anterior lo perverso aparecía insinuado o esbozado, ya que por ejemplo, en El sonido de la montaña un hombre mayor estaba enamorado de su nuera, con la que convivía en la misma casa. Pero esos sentimientos extraños no sobrepasaban determinados límites, que sí aparecen traspasados en En el lago. Gimpei no se dedica únicamente a seguir a jóvenes bonitas, sino que las aborda e incomoda. Si bien la escena en la casa de baños de provincia con la que se abre el relato es de gran poder, y el paseo con la prostituta es bastante desagradable, el colmo de la sordidez se da cuando caminando por el barrio en el que se alojan los sin hogar se topa con una extraña mujer a la que invita a tomar sake y deja tirada en la calle. Pero en las descripciones de cada mujer perseguida, de cada gesto, aparece aquella sutileza distintiva del autor que hace desde su más breve cuento hasta su novela de más largo aliento una pieza inconfundible. Los olores, los colores, los recuerdos se fusionan de una forma peculiar, dando lugar a saltos en el tiempo que estructuran de forma peculiar:


“Gimpei percibía ahora el olor del algodón Kurume teñido de azul oscuro. El kimono que vestía de niño era de esa tela, pero el olor lo llevó a la pollera de sarga azul del uniforme escolar de Hisako. Al pasar otra vez las piernas dentro de la pollera, Hizako había sollozado y a él mismo se le habían llenado los ojos de lágrimas.”

domingo, mayo 24, 2009

Lenta furia

Fabio Morábito tiene una biografía curiosa, ya que posee padres italianos, nace en Egipto, se cría en Trieste y vive desde su adolescencia en México. África, América y Europa se conjugan en el imaginario de Morábito para dar lugar a una creación extraña. Y, de hecho, lo que más nos impresiona de sus cuentos es lo insólito; la capacidad en la verosimilitud de lo extraño. Madres cazadoras de amantes que viven en los árboles, una familia de traductores que habita apiñada en una vieja casa hasta su rápida y cruel extinción, un hombre que arrastra el don y la fatalidad de escapar…

Pero Morábito no sólo está dotado para crear tramas poco habituales, sino también para sumir en la extrañeza lo cotidiano. Así, por ejemplo, en “El tapir” termina ocurriendo lo inevitable: el chico piola del pueblo le roba la novia al hijo del verdulero y en “La perra” una familia burguesa desconfía de su mucama dando por descontado que tarde o temprano les robará.

La lenta furia logra crear un clima muy especial a través de las sinestesias que parten del título mismo. Una furia lenta se emparenta con un chico que elige de compañero de juego a alguien que aborrece, un sismo controlado, el ataque sexual de las madres, un escapista familiero y tranquilo. En estos relatos todo parece transcurrir en la hora de la siesta. En tardes calurosas y aburridas donde nada debería pasar. Y sin embargo la violencia, el engaño, la enfermedad, el cambio irrumpen en la rutina del sol alto, del día tórrido. Y en consonancia con las historias originales, la prosa de Morábito nos produce perplejidad en su belleza simple:

“El temblor no llegó con su intenso cortejo de cristales ni su amplia funda de razones. Apenas se insinuó de casa en casa, sedoso y delicado, palpando las esquinas y las puertas. Los que dormían en los últimos pisos del edificio oyeron los golpes espaciados con que tanteaba la solidez de la construcción, un tenue ¡pum! ¡pum! ¡pum! Que la mayoría confundió con los latidos de sus pechos. Era como el primer ruido del mundo, no manchado por ninguna impureza.”

miércoles, mayo 20, 2009

Corazones (cautivos más arriba)

Cuando abrí la caja de novedades de Emecé me alegró mucho ver un nuevo libro de Forn. Luego descubrí que en realidad es la reedición de una novela escrita en 1987 que en aquel entonces se había llamado: Corazones cautivos más arriba, en homenaje a un poema de Juarroz: “Hay vidas que son como la lluvia./ La lluvia es también el testimonio/ de corazones cautivos más arriba.”

Como vivimos pendientes de las novedades, siempre enterarse de que el libro que uno tomó con entusiasmo es reedición desilusiona un poco. Decepción ridícula porque si uno no leyó el libro y le interesa el autor, no tendría por qué importar que el copyright sea del 2009. Y en el caso de esta obra es más que cierto porque se trata de una novela sobre la adolescencia cuyas vivencias permanecen muy frescas en un joven Forn.

Es muy interesante la forma que adquiere la novela, ya que al estar narrada en segunda persona adquiere un clima extraño y especial. Al respecto, el propio Forn comenta que ese uso se remite a la voz de la conciencia de un chico liero que pensaba: “Ahora te van a pescar y te van a joder bien jodido.” Con este formato particular nos vamos acercando a la vida de Iván que hace cosas como cortar y quemar las rosas que cultiva con amor su abuela, agredir a sus compañeros de colegio… y ni siquiera sabe por qué. Ante un adolescente incontrolable, una madre asustada decide mandar a su hijo con su abuelo. Así llega el protagonista a La Cumbre. El librito narra las experiencias en la casa familiar, junto a un abuelo tan particular como Galo, y con personajes entrañables como Amelia y Aurora. Las sensaciones de un chico dolido y descarriado de trece años están retratadas con vividez tal que estremece. Seguramente porque nos recuerdan las propias: ese actuar enérgicamente pero por unos motivos que nosotros mismos desconocemos en una búsqueda ciega que nos irá constituyendo como personas.

En Corazones Forn cuenta el dolor y la rabia de la pérdida, el primer amor, el descubrir los lazos que unen los padres a los hijos, la posibilidad de la perversión en el mundo adulto. Los sutiles lazos que al anudarse despaciosamente nos transforman si no en adultos, al menos en no criaturas.

martes, mayo 19, 2009

Bosque finlandés

Promediando el verano lo encontré a Sael en algún evento que reunía vino y obras de arte. Entonces él me comentó que estaba organizando la Semana del Arte Contemporáneo de Mar del Plata, y que tenía ideado que artistas plásticos de la ciudad intervinieran vidrieras de comercios que quisieran sumarse. Yo dije que sí más porque tengo el no difícil que porque lo hayamos charlado demasiado. Así que cuando ya me había olvidado del compromiso, aparecieron Claudia García Llorente y Julieta Basso en el fin de semana helado a “intervenir” la vidriera. Claro que en otros países el concepto de intervención puede parecer más amigable… pero como aquí recuerda un poco a las intervenciones en las empresas estatales (con el fin de malvenderlas) y a la mano firme del poder central en alguna provincia díscola, me sentí vulnerada en mi micromundo. Especialmente cuando las Pipisherman (así se titula el colectivo intervencionista) me anunciaron que iban a pintar (y sí… se pinta con pintura) el vidrio.

Pero el saldo de la experiencia fue excelente. En primer lugar porque me permitió conocer a gente bárbara y reírme, en segundo porque las chicas eligieron un proyecto en el que pude participar. Pintaron unos árboles blancos que parecen aquel bosque finlandés que inspirara las piezas de Sibelius. Y entre las ramas pusimos fragmentos del verde del bosque hechos con libros al tono. Así que se introdujo un nuevo criterio de búsqueda: ya no por autor, título, editorial o temática, sino por color. Eligiendo libros verdes el sábado hablamos de autores, de tapas, de diseños, de ilustradores, de papeles mientras caía la tarde y se secaba la pintura.

Pero lo más divertido, sin duda, son las caras y comentarios de la gente. Desde aquel al que le fascinó la obra de arte, hasta el que piensa que el negocio cerró. Desde el que cree que es un dibujo de mi hijo hasta el que piensa que este es un movimiento tendiente a dejar atrás para siempre a las vidrieras aburridas. Desde el que putea porque no puede hacer su clásico paneo de las novedades, hasta el que quiere ese librito verde botella que está en la base de la pila. Así que también los clientes cambian sus preferencias y eligen el libro por el color.

Como las migas dejadas por Pulgarcito, siguiendo las vidrieras locas llegamos a la muestra de la Plaza del Agua que estará durante toda esta semana. Y allí un popurrí interesante donde pude encontrar obras de gente cuya obra conozco y me encanta como Yanina Santoro, Enrique Ranzoni, Emilia Marcón, Felipe Giménez, Claudio Roveda, entre otros, y unos cuantos cuyos trabajos desconocía. Así que les recomiendo a todos que vayan a ver la muestra y diferentes actividades en la Plaza del Agua y, ya que están a media cuadra, pasen a ver el bosque finlandés.

miércoles, abril 29, 2009

Francisco Senegaglia: Los Artigas, Azulpluma.




Abril de 1839. Todo el Río de La Plata era una profunda herida que fluía sangre y vomitaba cadáveres. Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Francia e Inglaterra. Una contienda sin precedentes. La Guerra Grande. En ese contexto José Maria Artigas recibe una noticia que cambiará su vida para siempre. Su padre no está muerto, está en un largo exilio de veinte años –preso- en el Paraguay. Perplejo, el hijo del viejo caudillo José Gervasio Artigas se lanza a su búsqueda inmerso en las contradicciones y recuerdos que violentaron su infancia. Pero el camino del reencuentro va a ser largo. José Maria busca reconstruir el sentido y el lugar de su padre, pero en ese derrotero se encuentra con la historia, con las intrigas y los odios de quienes protagonizaron la Independencia. Con las traiciones y sus consecuencias. Sobre todo las traiciones que distanciaron a padre e hijo, y que imposibilitaron los sueños de la Patria grande en los albores de las luchas por la libertad. ¿Cuál va a ser el destino de los dos Artigas después del encuentro?

lunes, abril 27, 2009

Diario de la edición de una novela



Editar una novela no es algo tan fácil como parece, pero también es mucho más divertido de lo que podría suponerse. Desde trabajar en las versiones originales del texto cortando cada cinco minutos para hacer disquisiciones personales tan profundas como ridículas, hasta estar tomando una copa de vino en el festejo han pasado varias cosas. Y mientras el texto va tomando forma pensar una editorial, un nombre, un logo que tuviera que ver con nosotras. Mercedes ideó una imagen muy linda de una pluma azul que es, a la par, esa plumita que anda por el aire de la gente que no sabe muy bien cuál es su lugar para quedarse, y la pluma de tinta azul con la que aprendimos a escribir. Y hacer pilas de libros en Sibelius comparando formatos, cajas, papeles, tapas, solapas, contratapas. Jugar con la paleta de colores hasta llegar a la solución más absurda: estampar la foto del escritor sobre un rosa chicle que nos gustaba tanto... pero que era mejor como color de ropa interior que para contener la biografía de un cura que ha dejado sus hábitos.

Los nervios y el terror a que algo salga mal hacen que impliques en el proyecto a todos los que te rodean: que vaya a buscar los libros a la imprenta una amiga copada acompañada por el poeta DJ sordo Nicolás Bedini. Pero que al querer sacar el auto estacionado enfrente de la librería lo encuentre bloqueado por ostentosa 4 X 4. Y entre tanto te llamen de la imprenta para decirte que no te pueden bancar más... que se tienen que ir. Pero que no importa, que dejan los libros en el restaurante afrodisíaco que está justo al lado. Así que los libros sobre Artigas terminan en la cocina del restaurante mientras Bárbara Gasalla garabateaba con furia la nota para el dueño del vehículo como si los insultos escritos en un block tuvieran la fuerza de un conjuro. Entre tanto, Celina Artigas enloquece en el teléfono, espantada porque los libros se van a llenar de olor a aceite o su destino se va a ver malignamente modificado, porque: ¿Qué puede esperarse de un restaurante afrodisíaco llamado Tu madre?

Y mientras al escritor se le paran los pelos de la ansiedad imaginando una presentación con invitados, auditorio copado, vino... pero sin libros, logramos llevar las cajas a la terminal. Y la ansiedad me hace cruzar sin mirar que venía un micro. Y bueno, tal vez con la moda necrótica que nos invade, así como Alfonsín será por las próximas dos semanas el ídolo máximo de la nación y se venden los discos y los libros de los artistas recientemente fallecidos, el libro Los Artigas hubiera tenido un mejor destino si la editora hubiera sido aplastada por el Rápido Argentino perdiéndose una de las cajas de libros en el hecho. Pero por suerte, un bocinazo del novio previsor nos salva de la muerte inminente, porque ¿para qué están los hombres organizados sino para salvar a su chica soñadora que pensando en literatura no presta atención al cruzar la calle?

Los libros llegan a destino y ya está todo listo en el pasaje Dardo Rocha mientras voy llegando a La Plata. Celina espera ansiosa con unos mates mientras hace la pregunta más temida: “¿Qué me pongo?” Porque seremos editoras, novelistas, físicas, astronautas, pero ante todo, somos mujeres. Y qué ropa ponerse para el juicio en el que somos acusadas de plagio o para recibir el premio a la científica del año sigue siendo central. “Con este vestido parezco Sally de El extraño mundo de Jack” dice Celina mientras Titi la mira arrobado tomando una chocolatada. Decidido el atuendo todavía falta saber si la chalina con lentejuelas es el complemento ideal o una extrema muestra de ridiculez para la ocasión, cuando ocurre lo inevitable: la calza tiene un agujerito que es zurcido por mí mientras Celina apoya la pierna en el bidet y disculpa por celular a su chico, ex novio o aspirante a amante por no poder ir a la presentación.

Todos salimos corriendo del departamento y cuando ya estamos por llegar nos vemos bloqueados por una manifestación. Es la “marcha de las antorchas” que reclama por las pésimas condiciones edilicias de la universidad de La Plata. Abriéndonos paso entre los manifestantes nos parecemos más a los protagonistas de Esperando la carroza que a las representantes de una editorial. Finalmente, llegamos hasta el Pasaje Dardo Rocha. En el café Francisco nos presenta gente que no entendemos quién es porque una banda de ska satura el ambiente con una música simplona, pero que pone más adrenalina al momento.

Ya parece estar todo listo, aunque claro, nos paramos en la puerta del Salón Multimedia con cara de susto. La misma que teníamos en el cumpleaños número siete, porque habíamos cambiado de escuela y, encima, llovía, así que no sabíamos si nuestros nuevos amigos iban a ir a la fiesta. Parecida a la torre de alfajores de maicena es la de libros Los Artigas. Y en lugar de Crush hay vino Santa Julia. Las cosas cambian, pero no tanto, porque el pánico infantil a que todos fallen a último momento, persiste. Y “¿qué quedó de esa nena tan tímida que usaba vestiditos con nido de abeja?” me pregunto mientras me ubico en la clásica mesa de presentación con el auditorio, ahora sí, colmado... “Lamentablemente mucho” me contesto mientras tartamudeo para presentar a Francisco y decir unas palabras caóticas y desordenadas que no dan cuenta de lo mucho que me gustó editar esta novela, de lo agradable que fue buscarle nombre, tapa, articular un estilo dentro del estilo.

Vuelvo a mi lugar para encontrarme con Titi preguntándome: “Vos vas a ser viejita mamá?” mientras veo una llamada perdida en el celular. Eran los maravillosos Manucho y Bárbara que se transformaron en los vendedores estrella de Sibelius por un día. Querían saber donde encontrar un par de discos en el caótico negocio. Ante la ausencia de respuesta inventaron, creativamente, otros productos para que adquiriera el alud de psiquiatras que visitó la ciudad con motivo del Congreso de Psiquiatría. Por un momento temí que se los llevaran a ellos con chaleco de fuerza, pero afortunadamente lograron disimular su chifladura y recomendar discos de tango.

En Jésolo, mientras comemos unas pastas, todo fluye mejor y puedo charlar con Gonzalo, el diseñador de paciencia infinita cuya inspiración literaria se despertó en este proceso y va a escribir un opúsculo titulado “Un día con Celina Artigas” que exprese lo mandonas y demandantes que pueden ser las editoras noveles con moditos lindos. También con mi hermano que está armando la página de Azulpluma y quiere que mientras enrollamos los fideos le expliquemos, ahora que estamos calmadas y juntas, qué pretendemos que tenga el espacio. Entre tanto, Alan y Titi reflexionan, con más profundidad con la que Bourdieu reflexiona "sobre la televisión", acerca de Star Wars. Justo cuando llegan los postres y empezamos a relajarnos es hora de volver a Mar del Plata. Vamos a la ruta cansados, pero contentos. Parece mentira que sólo hace un par de meses estuviéramos pensando en la librería en que sería lindo tener una editorial...

viernes, marzo 27, 2009

Contar la historia que no se puede contar

Guillermo Saccomanno: El buen dolor, Booket.

El año pasado la novela de Saccomanno El buen dolor se editó en formato de bolsillo. Buena ocasión, entonces, para leer un libro que no había abordado cuando salió en 1999. Especialmente porque después de leer la fabulosa trilogía que recorre la historia política argentina reciente: La lengua del malón , El amor argentino y 77, uno comprende que tras toda novela de este autor hay un trabajo de investigación, de preparación...

El buen dolor se diferencia de la trilogía mencionada en que, evidentemente, se trata de un escrito más íntimo. Es un pequeño relato de un niño que crece en una casa humilde con una madre pasiva, un padre idealista, pero con tendencia a la desidia, y una abuela terrible. Cuando esta última enferma la casa se desmorona y la larga agonía los consume a todos.

Ese chico se hace un hombre, y se vuelve escritor, y tiene una deuda con aquel relato: la historia de su infancia y la muerte de su abuela. Hasta que su padre muere, y entonces siente la necesidad acuciante de cerrar el círculo, de contar la historia familiar. De historiar el dolor y la pobreza.

"Si se levantasen todos los techos de una ciudad, decía mi padre,y los hombres pudieran ver cómo viven, quizá el mundo sería más tolerable. Todas esas lucecitas titilando en la noche contenían historias que no eran muy diferentes de las nuestras, la historia de mi padre y la mía. La desgracia andaba cerca, acechando. Nadie estaba a salvo de la miseria, la enfermedad, la humillación. La abuela, me acordaba, solía decir que todos los sufrimientos que se padecían en esta vida eran una templanza. Había un dolor que era bueno. Y ese dolor era una prueba a la que nos sometía Dios para probar nuestra fe."

G. se traslada hasta un balneario desolado en pleno invierno, y allí acomete la labor de contar lo que no se puede contar. Pero aparece una mujer, actriz hippie con tendencia a la sobreactuación, una mujer fatal, de esas que pueden llegar a conmovernos aunque sepamos que esa es su intención. Van ambos en un micro retrasado, helado y destartalado a Villa Gesell, y ella narra el rosario de desgracias que la tienen como víctima y heroína. Y así el escritor ve como en un espejo en Inés su propia imagen: contar la historia de su abuela humillando a su padre, de su padre pobre y avergonzado soñando con ser escritor, de los sonidos y olores de la pobreza... es sólo para hablar de sí mismo y caer en la deformación, la autocompasión, alguna forma de mentira.

No obstante, con una sinceridad descarnada, Saccomanno logra contar la historia que no se puede contar.

sábado, marzo 21, 2009

Pink Martini

Pink Martini es una pequeña orquesta nacida en Portland. Su creador, Thomas Lauderdale, es un graduado de Harvard que comenzó a tocar con músicos amigos en eventos políticos relacionados con los derechos humanos.
Posteriormente Lauderdale convocó a China Forbes a quien conocía de Harvard donde ella estudiaba historia, literatura y arte. Juntos habían compuesto algunas canciones acompañados por una guitarra. Ella estaba abocada a desarrollar una carrera solista cercana al country pero, afortunadamente, se sumó al proyecto que en dulce y versatil voz encontró el ingrediente que faltaba.

Luego de varios recitales recorriendo su país, su fama estuvo relacionada con su presentación en el Festival de Cannes y la aparición de un tema en la compilación del prestigioso sello de música del mundo Putumayo.

Pink Martini suena a musical de Hollywood de los '40 ó '50, pero con una perspectiva moderna en su dirección de arte. Con una onda que ha sido catalogada como vintage, Pink Martini fusiona música clásica, latina, lounge y jazz.

Su primer disco, Sympatique, fue editado por un sello propio: Heinz Records (Heinz era el nombre del perro de Lauderdale), y tuvo un éxito inmediato. "Sympatique", tema que titula el álbum y que se transformó en un éxito en Francia, es una chanson francesa muy graciosa con fondo de fritura de disco de pasta. "Amado mío" suena como un bolero, "No hay problema" es un tema instrumental de latin jazz donde luce especialmente el piano de Lauderdale, pero con mucha onda gracias a los bongós. "Que Sera, Sera" versiona un tema clásico en una canción que asciende desde un piano despojado y suave con una voz naif hasta un tema orquestal impresionante. "La soledad" es una curiosa improvisación sobre un andante de Chopin con alucinante letra en castellano:

"Viniste a mí
Como poesía en la canción
Mostrándome
Un nuevo mundo de pasión
Amándome
Sin egoísmo y sin razón
Mas sin saber que era el amor
Yo protegí mi corazón."

Ecléctico, y con clima soñado, Pink Martini es el trago ideal para aquel que busca algo musicalmente diferente.