Debo confesar que los largos
comments de muestro comentarista estrella son particularmente atractivos. Responden a una línea de pensamiento aparentemente lógica, racional e informada. La cantidad de ecuaciones, nombres y referencias que realiza
el Ruso son realmente apabullantes. Mis respuestas , generalmente breves, son para el Ruso algo así como "les hablé con la razón y me contestaron con el corazón". O podría decirlo como "te tiré datos de
The Economist y me respondiste con una frase de
Página/12".
El Ruso cree que mi principal pecado político es el de ser
kirchnerista (si es que tal calificativo se aplica a quien lo votó) y por lo tanto,
peronista -populista - demagógico. O simplemente idiota. Porque en la visión clara, pura y "racional" de nuestro querido amigo, los matices son sinónimo de tibieza. Y por sus comentarios y mails, plagados de ejemplos y contraejemplos, citas históricas y conclusiones tajantes, este gobierno es mediocre, poco democrático y nos va a llevar inexorablemente al fracaso. Peor aún, este gobierno es peronista, lo que en su mente liberal y europea, signfica que nos gobierna un grasa que usa traje cruzado, recauda alquileres en su provincia, es medio bruto y no conoce el mundo.
Mi primer atisbo de conciencia política (o algo así) fue allá por el año 1982, donde escribí en una agenda (pecado de niñez, ya que tener agenda a los 8 años califica para la página
esdeputo.com ) la frase "papá odia a los militares". Cosa extraña, porque algunos buenos amigos militares de mi padre se sentaban con bastante frecuencia a la mesa de mi familia. Pero creo que ciertos reduccionismos sirven a la hora de aclarar el pensamiento. Y en esos tiempos era más que justificado odiar a una fuerza que se había dedicado a matar, saquear y violar todos los principios democráticos y de mínima conveniencia.
Recuerdo claramente la vuelta a la democracia, aunque no con la misma fuerza con que recuerdo esa sensación de asco a todo lo castrense.
Alfonsín me caía simpático y me impresionaba entonces sus discursos grandilocuentes , como también el bigote raro de Caputo y los anteojos de Juan Vital Surrouille. Y en el medio las cagadas de siempre: Seineldín, Rico y La Tablada. Y después del horror de los 70´s, el gobierno de Alfonsín fue un oasis de civismo y democracia. Y también, claro está, de inoperancia radical.
Soy de la generación de los 90´s. Es decir, pasé mi infancia con la dictadura y con Alfonsín y empecé a madurar con lo que para mí fue en lo político
la década infame: Menem y de La Rúa. Tengo bien presente la lista del espanto, que algunos quieren ahora olvidar o minimizar: bombas en la Amia y Embajada de Israel, tráfico de armas, voladura de Río Tercero, Vicco, Spadone, Gostanián, María Julia, el Ibrahim al Ibrahim como jefe de la Aduana sin hablar español, el caso IBM- Banco Nación, la Ferrari, la corte de payasos como Moliné O´Connor y Nazareno, los jueces federales,....y la lista sigue. Es por eso que cuando
La Nación , o Lilita o el Ruso o muchos quieren poner en igualdad de condiciones a este gobierno con el de Menem e inclusive algunos más atrevidos con la dictadura nazi, me sublevo. Ni los periodistas comprados con los sobres de la SIDE podían ocultar en los 90´s semejante catálogo de aberraciones, continuación pseudo-democrática del saqueo y la decadencia golpista.
Es claro que no me engaño, éste no es el mejor gobierno que podemos tener. Pero es claramente, y por lejos, el mejor que había para elegir. Y creo que aunque pueda parecer triste o resignado, es una gran cosa. Nos hemos salvado por ahora de los Patti, los Reutemann, los Rodriguez Saa y los Sobisch de este mundo.
El prometido presidente por
"6 meses" que prometía
La Nación o el
"títere de Duhalde" que auguraba el infame Grondona fue capaz de rearmar la autoridad presidencial, sostener el crecimiento, poner en la agenda el tema de los derechos humanos y la educación, reformar la Corte, aumentar el presupuesto de Ciencia y Técnica, bajar la pobreza y la indigencia y renegociar la deuda externa. Seguramente el Ruso responda que en realidad no hizo ningún cambio estructural, que es autoritario, provinciano y que no sabe gestionar. Y el peor de los pecados, no le da publicidad oficial al
diario Perfil.
Sé que es un poco extraño en estos tiempos hacer una apología de un presidente. Porque seguramente lo más aconsejable sea ser crítico, confrontativo y desconfiado. Pero que la gran mayoría de aquellos que se llamaron a silencio durante la década del 90 (y no es tu caso Ruso) ahora vean en Kirchner la personificación del mal provoca en mí la necesidad de confrontar no con los pecados del presidente sino con la hipocresía de sus numerosos críticos.